Depresión es un nombre de mujer

Agencias-SPC
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Ellas tienen el doble de posibilidades que los hombres de padecer este tipo de alteración, una enfermedad que se acrecienta con la crisis de los 40 y se ceba con épocas de transición hormonal, como el embarazo o la menopausia

Depresión es un nombre de mujer

Las cifras no engañan y demuestran que el fantasma de la depresión sobrevuela el doble de veces en la mujer que en el hombre. Es un trastorno que tiene nombre de fémina y de plural y que cuando se acerca la crítica edad de los 40 acrecienta una crisis que ataca por la espalda y sin aviso.

Tristeza, cambios de humor, ganas de llorar, dificultad para concentrarse, cansancio extremo, insomnio y pérdida del apetito son algunos de los síntomas de una patológica que quien la padece no sabe por qué llegan y por qué no se van casi nunca. 

Los expertos hablan de factores biológicos (cerebrales y hormonales), sociales y personales estresantes asociados al género -papel maternal y profesional, exigencias culturales y de belleza, violencia machista, entre otros-, además de otros vinculados a diferentes etapas vitales -como la doble jornada o el síndrome del nido vacío-, están detrás de esta mayor predisposición.

«La depresión es una enfermedad multifactorial que se caracteriza por la interacción entre la vulnerabilidad genética y los factores ambientales», es decir, deben confluir lo biológico con lo ambiental, resume Marina Díaz Marsá, presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid.

Esta enfermedad ya era muy frecuente antes, pero con la pandemia las consultas y diagnósticos de ansiedad se han disparado en todo el mundo hasta un 28 por ciento. De hecho, en 2020 se evaluaron 53 millones de trastornos depresivos, 35 de ellos en mujeres, el grupo más afectado junto al de los jóvenes.

Una de cada cinco sufrirá esta alteración en algún momento; ellas tienen el doble de probabilidades de desarrollar esta enfermedad y, cuando lo hacen, es de forma más grave, señala la también jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid; a lo largo de la vida, la prevalencia en mujeres es del 21,3 por ciento y el 12,7 por ciento en hombres.

Adolescencia, embarazo y menopausia, las épocas de transiciones hormonales son las de mayor incidencia: «El cerebro femenino está al compás del estrógeno», ilustra la doctora.

Y es alrededor de los 40 años cuando se produce el pico de inicio de un episodio. Según la OMS, la depresión es la principal causa de discapacidad laboral en las mujeres de 18 a 44.

El sesgo entre ellas y ellos se evidencia a partir de los 12 años: las adolescentes presentan más signos depresivos que ellos, e incluso algunos estudios apuntan a que las chicas que tuvieron la menarquia (primera menstruación) antes de los 10 años tenían mayor sintomatología en comparación con las que tuvieron su primera regla después de los 12.

La depresión en las mujeres se ha asociado siempre al ciclo reproductivo -la mayor prevalencia se da durante su etapa fértil, lo que se conoce como «la ventana de la vulnerabilidad»- y el síndrome premenstrual, aunque en este período también pueden surgir otros eventos depresivos.

Pasa en el embarazo, durante el cual la sufren entre un 10 y un 16 por ciento de las mujeres; con síntomas que cuesta además distinguir de los propios de este tiempo, como trastornos del sueño, cambios en el apetito, fatiga o disminución de la líbido.

Más del 10 por ciento de las madres sufren depresión posparto; en España, la prevalencia es del 9,3 por ciento a los 3 meses y del 4,4 por ciento al cabo de un año.

Por cada caso grave en hombres hay 3,5 que son mujeres. Los más extremos pueden desembocar en el suicidio, y aunque aquí el perfil sigue siendo eminentemente masculino, en 2020, y por primera vez, las mujeres que lo hicieron superaron las 1.000. Ellas lo intentan casi tres veces más, pero ellos lo consuman el triple de veces (12,5 frente a 3,9 por ciento).

No obstante, en las adolescentes se ha detectado un importante incremento de más del 150 por ciento a partir del segundo semestre del año 2020.

Varios procesos biológicos explican estas cifras: una predisposición genética, las fluctuaciones hormonales y una sensibilidad indebida a las hormonas en los sistemas cerebrales que median los estados depresivos.

Tradicionalmente, recuerda la psiquiatra, se ha pensado que el cerebro de la mujer era diferente al del hombre, pero lo cierto es que este órgano no es sexualmente dimórfico; no obstante, también «está claro que el de ellas es más vulnerable al estrés».

 

Aspectos sociales

A los factores biológicos se suman los sociales: el papel maternal y profesional, las exigencias de juventud y belleza, la violencia de género, la dependencia económica, la discriminación laboral o incluso un estatus social desfavorecido.

Y otros estresantes ligados a las distintas etapas vitales: por ejemplo, abusos sexuales en la infancia, distorsión de la imagen corporal en la adolescencia; la doble jornada, fracasos de pareja, abortos o infertilidad en la juventud; la jubilación, las primeras pérdidas de seres queridos o la emancipación de los hijos en la madurez o la viudedad, soledad y dependencia en la vejez.

Junto a todo ello, las mujeres desarrollan unos trastornos diferenciales respecto a los hombres, de modo que, aunque los criterios diagnósticos son los mismos en ambos sexos, ellas se caracterizan por desarrollar síntomas atípicos de esta dolencia, como aumento del apetito e hipersomnia, una rumiación excesiva y, sobre todo, más quejas somáticas.

Lo cual conduce a una mayor tendencia a la cronicidad y mayor probabilidad de recurrencias.

Como en todas las edades, la mayor prevalencia femenina de la depresión se reproduce también por encima de los 60 años: en mujeres de 65 a 74 años es del 15,2 por ciento, mientras que esa cifra cae hasta el 5,6 por ciento en el caso de los varones.

En este caso concreto, a los factores biológicos y sociales se unen otros propios de la edad, como la discapacidad funcional, las enfermedades crónicas, la soledad y el aislamiento. Todos ellos inciden directamente en esta mayor prevalencia.

«La soledad mata, y lo hemos visto en las residencias durante la pandemia», afirma Javier Olivera, psiquiatra responsable del Programa de Psicogeriatría del Hospital Universitario San Jorge y del Hospital Provincial Sagrado Corazón de Huesca.

Todavía hay otro más: la sobrecarga de los cuidados. El 83 por ciento de las cuidadoras informales tienen una edad media de 63,64 años y una de cada tres tiene sobrecarga.

En esta etapa de la vida, argumenta el experto, resulta fundamental mejorar la red social, el ejercicio físico, la dieta adecuada, la biblioterapia, la terapia con mascotas o la jardinería.

Los tratamientos farmacológicos también están indicados y son eficaces para tratar a las personas mayores, pero, quiere dejar claro el psiquiatra, «que la depresión no es solo serotonina».