La fuerza del mal: La batalla del diablo

María Cristina Bedmar Jurado
-

La segunda sesión del ciclo de Batallas de Órganos tuvo ayer como protagonista a Satanás, el Príncipe de las tinieblas.

Samuel Liégeon fue uno de los cuatro organistas que deleitaron al público. - Foto: Iko

El mal siempre ha estado presente en la historia de la humanidad. Son muchos los capítulos de nuestra historia marcados por él y sus consecuencias.
Es tal su fuerza, que se le asigna una figura, se personifica. Como bien relataba el canónigo responsable del patrimonio artístico de la Catedral, Juan Miguel Ferrer, en el espacio previo a la Batalla "Hablemos del concierto', la personificación del mal fue un ángel caído, un ser creado por Dios poseedor de una gran belleza y cualidades extraordinarias, que decidió dar la espalda a su creador para sembrar la discordia entre los hombres. Son diversos los nombres que se le atribuyen a este personaje que ejerce el mal adoptando diferentes formas: el Diablo, Satán, Belcebú o Satanás.
El mal y su encarnación han sido y son fuente de inspiración para muchísimos autores a lo largo de los años. Ya no sólo dentro del mundo de la música, sino en el de la pintura, escultura, literatura o cine. Un amplio, y en ocasiones controvertido, asunto que ha sido elegido como temática de la segunda batalla del ciclo.
Para esta ocasión, hemos podido contar con la presencia de cuatro grandes organistas internacionalmente reconocidos y con grandes trayectorias a sus espaldas: Baptiste-Florian Marle-Ouvrard, galardonado en numerosos concursos de órgano e improvisación internacionales, organista titular de la Iglesia de San Eustaquio en París y profesor de composición e improvisación en el Conservatorio de Viry-Chatillon en Essonne; Samuel Liégeon, ganador de concursos internacionales en ciudades como Estrasburgo, Haarlem o Leipzig, organista titular de la Iglesia de Saint Pierre de Chaillot en París y profesor en el Conservatorio Pôle Sup '93 (París-Aubervilliers); Marc Pinardel, organista titular de Notre Dame de Grâce de Passy en París, tiene también un importante papel docente como profesor de improvisación en la Universidad de la Sorbona y como profesor de órgano en Saint-Maurice. Ha participado con órgano, clave y piano en películas como Juana de Arco o La Pasión Según San Mateo; y finalmente, Juan José Montero Ruiz, director artístico del Festival de Música El Greco, concertista internacional en países como Francia, Italia, Alemania o Israel. Ganador del premio de interpretación 'Manuel de Falla' en el Concurso internacional de Compostela y actualmente profesor del Conservatorio de Música 'Jacinto Guerrero' de Toledo.
Con estos cuatro Maestros del órgano al frente de los siete órganos de la Catedral Primada (Berdalonga, Sagrario, Echevarría, Emperador y los tres realejos) se realizó un programa mixto escogido con sumo cuidado. Piezas de grandes compositores como Bach, Mussorgsky o Haendel fueron combinadas con las ya tradicionales y características improvisaciones, que no dejaron indiferente a nadie.
Gran acierto el hecho de comenzar con la conocidísima Tocata y Fuga en Re menor de J. S. Bach, que sólo con la interpretación de sus nueve primeras notas consiguió el impacto total de todos los asistentes, creando un tenebroso clima y vaticinando lo que estaba por llegar.

 

El primer ejemplo de música descriptiva aparece con La Transformación de Lucifer, en la que los organistas al completo muestran gran virtuosismo y dominio del instrumento. Tras las Dos melodías de Mussorgsky y un bellísimo concierto en Sol menor de Haendel, interpretado en los realejos por Marc Pinardel y Juan José Montero, llega La Serpiente del Edén. En esta breve improvisación, Baptiste-Florian Marle-Ouvrard consigue, mediante cromatismos disonantes de más grave a más agudo, emular a Satanás en forma de serpiente reptando, tratando de presentar el mal como apariencia de bien de manera seductora con el serpenteo. Después de la tentación, espectacular victoria del Arcángel San Miguel derrotando al diablo, en el que las melodías potentes sin consonancia que representan a la gran fuerza del mal acaban extinguiéndose con el brillante sonido de los órganos que le han presentado batalla, resultando vencedores de manera triunfal. Pero no por el hecho de haber ganado una batalla se ha finalizado la guerra. Reaparece Satanás entre sus tinieblas con Samuel Liégeon al frente del Berdalonga, creando un clima de maldad y oscuridad bastante bien conseguido.
Existe una leyenda, la de las trece campanadas, que aporta la temática a la penúltima de las improvisaciones. Según cuenta la misma, en ciertas ocasiones, la campana Berenguela de la Catedral de Santiago de Compostela toca trece campanadas a medianoche, que da licencia al diablo para, durante una hora, perpetrar sus maldades. Y para finalizar el concierto, El Fuego del Infierno. Es la última y la más espectacular de las improvisaciones, en la que los cuatro organistas combaten en una feroz batalla para el deleite de todos los asistentes, que quedamos a la espera de la última de las tres batallas, que se realizará la próxima semana.

 

(*) Mª Cristina Bedmar Jurado es profesora del Conservatorio Profesional de Música de Toledo.