Un icono de libertad y feminismo

J.Villahizán (SPC)
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Sara Montiel revolucionó la España de mediados del siglo XX con un estilo de vida propio y una carrera repleta de éxitos artísticos que la alzaron al olimpo de Hollywood

La entrada del Molino Culebro, convertido en un museo de la 'Saritísima' ubicado en la Sierra de los Molinos - Foto: EFE/Jesús Monroy

Fue la estrella española más internacional de mediados del siglo pasado, sensual y trabajadora a partes iguales. Una actriz y cantante que enamoró a Hollywood y a toda España con películas como El último cuplé, Veracruz o La violetera y coplas de la talla de Maniquí Parisien, A tu vera o El día que me quieras.

Sin embargo detrás de esa aparente y refinada estela que mostraba se escondía una mujer de armas tomar, una persona con ideas claras que acabó convirtiéndose en una precursora del movimiento feminista de los años 60.

Hoy, 10 años después de su muerte, Sara Montiel (Campo de Criptana, 1928-Madrid, 2013), nuestra Saritísima, es considerada una diva adelantada a su tiempo. Tanto, que fue capaz de enfrentarse al mismísimo Franco rechazando una invitación para cantar en una fiesta de Navidad.

Poseía fuertes valores y convicciones y era ante todo, una persona valiente y decidida, un modelo para cualquier mujer del siglo XXI.

Pero no fue al único hombre al que se enfrentó. También plantó cara a su segundo marido cuando le ordenó que dejara el cine por él. La reacción de la manchega fue meridianamente cristalina: se separó. No cabe duda de que Sara Montiel siempre tuvo claras sus prioridades y el cine era absolutamente la primera.

Tal fue así que la actriz y cantante saltó al otro lado del Atlántico para codearse con las grandes estrellas americanas del séptimo arte y consiguió trabajar junto a artistas de la experiencia de Gary Cooper, Burt Lancaster, Joan Fontaine, Mario Lanza, Vincent Price y Charles Bronson.  

Pero tenía, como dicen los gallegos, morriña de su España y tras una etapa americana, la manchega realizó el camino a la inversa, de Hollywood a España. Aquí descubrió que sus películas funcionaban bien y que «no quería más», aseguró su biógrafo, José Aguilar.  

Atrás dejó sus visitas a la casa de Marlon Brando, sus partidos de tenis con Greta Garbo y la admiración que por ella sentía Alfred Hitchcock, quien, siempre según su versión, lamentaba que ella no fuera rubia. Historias que fueron tejiendo a su alrededor un aura de leyenda, de glamour y de misterio.

Tras el éxito de El último cuplé, la artista se reconcilia con el público español y logra el anhelado cariño de los espectadores, que se reafirma con La violetera y Carmen, la de Ronda.

Los siguientes 15 años son los más dulces de su carrera, aquellos en los que la actriz continúa triunfando con títulos como Pecado de amor, La bella Lola, Noches de Casablanca o Samba.

No es hasta 1974 cuando decide retirarse del cine con tan solo 46 años. A partir de ese momento, la que fuera estrella de Hollywood se centra en la canción y en recorrer España con sus coplas, además de triunfar en el mundo de la televisión presentando el programa semanal Sara y punto o Ven al paralelo.

Con el paso de los años la actriz se ha convertido en un modelo a seguir para los miles de seguidores de su arte, que perdura hasta nuestros días. Con una voz grave y aterciopelada, pero también sensual, provocativa y cargada de misterio, Sara Montiel supo combinar todas sus características para darse a conocer como la diva que fue. 

Sus amores eternos

Es de suponer que una personalidad tan arrolladora como la de María Antonia Abad, ese era su verdadero nombre, iba a tener legiones de seguidores, además de numerosos pretendientes. Al final, por su vida pasaron cuatro hombres.

Con el director Anthony Mann se casó en 1957 y al cabo de cuatro años se separó de él, aunque no obtuvo la nulidad hasta 1963. Con todo, la artista siguió hacia delante en una época donde las mujeres no lo tenían nada fácil. Así que en 1964 volvió a contraer matrimonio, esta vez con el productor José Vicente Ramírez Olalla.

En 1979 llegaría el que fue el amor de su vida, el industrial mallorquín Pepe Tous. Después de nueve años de convivencia se casaron y más tarde adoptaron a sus dos hijos: Thais y Zeus. Su amor duró hasta que la muerte les separó, cuando el empresario falleció en 1992. Devastada, pero con muchas ganas de vivir, se volvió a casar en 1993 con Tony Hernández, un cubano de 39 años, declarado admirador de la artista y de dudosa reputación, de quien se separó en 2003.

Entre sus amores inconfesables, la reina del cuplé siempre citaba a cinco hombres que la marcaron para siempre: el Nobel de Medicina Severo Ochoa, el poeta León Felipe, el dramaturgo Miguel Mihura, el cineasta Mario Camus y el escritor Ernest Hemingway.