Javier del Castillo

Javier del Castillo


Tontos esféricos

05/03/2024

Al término «fachosfera», importado de Francia por algún asesor de Sánchez, le ha seguido el de «sanchosfera», como respuesta al plagio del susodicho. Una vez establecidos con éxito, como siempre, estos dos extremos, ha irrumpido con fuerza la palabra «koldosfera», en honor a todos aquellos satélites que han girado en la órbita de Koldo García, un personaje sin escrúpulos, que gozaba de la máxima confianza del exministro de Fomento, José Luis Ábalos. Al igual que éste gozaba de la amistad y confianza del presidente del Gobierno, hasta que le avisaron del peligro.
Solo a «tontos esféricos» - aquellos que lo son en plenitud, sin aristas ni ángulos, los mires desde donde los mires – se les puede hacer creer que aquí no ha pasado nada. El olor que desprende este asunto de las mascarillas – muchas de ellas en mal estado – se cuela por pasillos con moqueta de dos comunidades autónomas, Baleares y Canarias, así como por los despachos de altos cargos del ministerio de Fomento, ahora Transportes, Movilidad y Agenda Urbana.
La última palabra de este nuevo caso de corrupción la tiene el juez de la Audiencia Nacional que lo instruye, pero las investigaciones que van saliendo a la luz no admiten ninguna duda y salpican ya a la presidenta del Congreso, Francina Armengol, y al propio presidente del Gobierno, que llegó hace cinco años a Moncloa para acabar con la corrupción del Partido Popular.
Hasta que apareció Koldo García, fornido vigilante y disciplinado conductor, al que Ábalos nombró luego asesor y consejero de una filial de RENFE - por tratarse de una persona de su absoluta confianza -, y decidió forrarse con las comisiones millonarias detraídas de la compra de mascarillas, muchas de ellas inservibles, mientras la pandemia del coronavirus se llevaba al otro mundo a más de 150.000 compatriotas.
El «caso Koldo» y la amnistía a Puigdemont colocan al gobierno de Sánchez ante una difícil tesitura: la continuidad, caiga quien caiga, o la convocatoria de nuevas elecciones. Me temo que se impondrá, a medias, la primera opción y que se intentará – insistiendo en la falta de autoridad del PP para denunciar la corrupción socialista – una nueva huida hacia delante. Sánchez aguantará aferrado a ese sillón, que cada día es menos suyo, porque se lo tiene alquilado desde el verano pasado el prófugo de Waterloo. 
Sánchez desviará la atención de la opinión pública, proponiendo medidas de control para acabar con la corrupción en general – diluyendo en ella el «caso Koldo» – y culpará de todos los males al nuevo diputado del Grupo Mixto, José Luis Ábalos. 
Y, hasta aquí hemos llegado. Punto y final. Esta es la línea roja, pese a la aparición de informaciones que le afectan personalmente, como las reuniones de su mujer, Begoña Gómez, con el consejero delegado de Globalia, Javier Hidalgo, justo antes del rescate de la compañía con fondos del Estado.
El intento de meter en el mismo saco de las mascarillas, inservibles y corruptas, al PP no está teniendo mucho éxito. Tampoco resulta fácil ponerle puertas a este campo maloliente que transitan los que hasta hace muy poco eran leales y fieles compañeros del presidente. 
De momento, abrir bien las ventanas y que corra el aire.