Editorial

Nueva tragedia humanitaria a las puertas de la Unión Europea

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El hundimiento de una embarcación repleta de migrantes en las proximidades del sur de Grecia va camino de convertirse en uno de los naufragios más trágicos de la ruta migratoria del Mediterráneo en los últimos meses. Aunque de momento se acercan al centenar los cadáveres recuperados, las autoridades temen que sean muchas más las víctimas mortales, a pesar de que quizás el mar se quede para siempre con sus restos. La tragedia humanitaria continúa a las puertas de Europa y, según algunas estadísticas, la cifra de muertos en el entorno del denominado 'Mare Nostrum' ronda los 25.000 desde hace una década. Y aun los gobiernos europeos siguen poniendo parches sin entrar a fondo a debatir y encontrar una solución que frene esta emigración alocada y peligrosa, que solo benefician a las redes que trafican con estas personas y que obtienen de su desgracia pingües beneficios económicos.

A todos se nos encoge el corazón cada vez que aparecen las imágenes de una precaria embarcación abarrotada de hombres, mujeres y niños que huyen de la guerra, del hambre o de las persecuciones. Pero eso no soluciona el problema, así que llega la hora de interpelar a las autoridades, pedir a los gobiernos de la Unión Europea una apuesta seria para controlar la emigración, tanto desde el punto de vista de la seguridad como de la humanidad. Algo tendremos que hacer con las personas que llegan, en su gran mayoría procedentes de otros continentes, tras pasar todo tipo de penalidades e incluso poniendo en grave riesgo su vida para tener una vida mejor. No les podemos tratar como a criminales.

Europa tiene que ser consciente de que este problema humanitario no puede arreglarse con alambradas, pinchos o barcos guardacostas vigilando el mar. Quizás hay que dedicar recursos al acogimiento de una buena parte de estos emigrantes mientras buscamos soluciones que permitan mejorar la calidad y el nivel de vida de sus países de procedencia. Puede que sea la única forma de evitar que miles de personas tengan como único objetivo vital la llegada a un país europeo donde pueda vivir y trabajar de forma segura y tranquila. Ya hace casi 10 años que el papa Francisco I eligió para su primer viaje apostólico a Lampedusa, una pequeña isla donde llegan miles de 'sin papeles' que buscan poner un pie en suelo europeo. Allí, fustigó lo que definió como "la globalización de la indiferencia" y condenó "la cultura del descarte", a pesar de lo cual nada ha cambiado y los naufragios se siguen repitiendo, truncando de modo fatal miles de historias.

En muchos casos sentimos que la llegada de tantos inmigrantes 'ponen en peligro' nuestro sistema de vida, nuestra economía, nuestra cultura, sin embargo, hay que recordar que pueblos y civilizaciones enteras surcaron en otros siglos y milenios el Mediterráneo y desde esas aguas partieron decenas de miles de emigrantes europeos, en busca de 'hacer las Américas'. Debería de ser un lugar de encuentro de tres continentes y no el epicentro de una tragedia humanitaria.