Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Viejos

07/10/2021

Hace unos años, no tantos, a las personas de más de 60 años les llamaban viejos con toda desfachatez, sin remilgos y a las claras. Afortunadamente, el tiempo ha dulcificado esta expresión y ha sido generoso con las edades. Y no hay más. En apenas unas décadas, resulta triste que sólo haya cambiado el término para denominar a un colectivo de personas que ha sido duramente castigada en estos meses de pandemia, como no me cansaré de repetir donde sea menester. Vale, no son viejos. Son mayores. Se celebra un día internacional, algunos políticos acuden a una residencia, se hacen una foto y se quedan tan anchos. A seguir viviendo del cargo que les proporciona un colectivo al que se continúa castigando, reprimiendo derechos y libertades, encuentros y abrazos, en un momento en que el resto de la población se relaja de la maldita covid.
Vamos por partes: el cierre de los hogares, la supresión de las actividades que les llevaban a socializar y hermanar con sus semejantes ha resultado algo demoledor en un colectivo que, en su mayoría, recibió la dosis completa de la vacuna en enero. Se les ha impedido asistir a su bar, jugar al dominó o a las cartas, se les ha cerrado su ‘casa’, durante demasiado tiempo. Han visto precipitarse sus expectativas vitales, perder a sus amigos sin despedirse, afrontar la vida sin esperanza. Eso sí, con un artículo en prensa del gobernante de turno cuando llega una fecha indicada. Menudas ganas tienen de leer semejantes panfletos.
Qué decir de las residencias. Creo que lo he dicho todo. O casi todo. Ahora la Junta ha publicado un decreto según el cual las visitas son libres. Eso sí, con cita, con lo cual ese sentido de la apertura no se entiende muy bien. Si no has avisado de tu llegada, podrás ver a tu familiar, pero, eso sí, tendrás que sacarlo a la calle, fuera de su hogar, aunque el centro disponga de un hermoso patio para esos ansiados encuentros. Ni cito a la consejera de Bienestar Social ni a sus numerosos altos cargos, porque no vale la pena. Desidia, desinterés, desconocimiento. Esos son sus atributos. Y que me perdonen los que no los cumplan, que los habrá, pero no los conozco.
Luego está lo de las mascarillas. No sé si Page se la pondrá en casa, pero en las residencias es obligatorio. Sí, se han vacunado, están en su hogar, a distancias prudenciales, con patologías muchas veces respiratorias, otras, las más, relacionadas con algún tipo de demencia. Pero les obligan a usar mascarilla. No sé si la pócima no les protege, si el sufrimiento se alivia sin ver el rostro de las personas o si quieren que permanezcan como el eslabón más perjudicado en una sociedad que se echa a la calle como si no hubiera un mañana ante los buenos datos de la pandemia.
Ahora les ponen una tercera dosis de la vacuna, sin averiguar previamente si cuentan con anticuerpos suficientes para evitarla. Un test serológico previo. Como en Portugal. No, aquí triunfa el manido discurso político de que hay que protegerles y hacerse la foto entrañable. Mientras, en barrios de Toledo, como Buenavista, no hay centro de mayores. Y en el Casco, Page quiere hurtar el Hospitalito del Rey a los ancianos. A los mayores. A los viejos. No dejaremos de luchar por ellos. Y las fotos y los besos, corren por nuestra cuenta. Que conste.