Arturo Casarrubios era un toledano de Villaluenga de la Sagra, nacido en 1910. Lo deportaron a Neuengamme, falleció en el subcampo de Porta Westfalica y lo enterraron en Barkhausen. Por deseo de la familia, el reloj y la pluma que los SS le confiscaron se entregaron al Archivo Histórico de Toledo, donado por el Archivo Arolsen de Alemania. Una jornada como hoy, el Día Internacional de las Víctimas del Holocausto, puede ser un buen momento para rendir culto a su memoria, y también para poner de manifiesto que ahora mismo no hay ningún espacio en la región para exponer sus pertenencias.
La recuperación de la memoria histórica de sus deportados en campos de concentración nazis son un trabajo que en la mayoría de países de Europa están desarrollando los estados. No ocurre así en España, donde son voluntarios quienes, desinteresadamente, y en ocasiones con mucho gasto propio, los que están colaborando con instituciones como los Archivos Arolsen, el mayor centro de documentación del mundo sobre víctimas del nazismo.
Hace cuatro años, este Archivo alemán pidió ayuda a voluntarios españoles, investigadores, como Antonio Muñoz, para encontrar familiares de deportados españoles a campos de concentración, de los que allí se guardaban objetos. Por aquel entonces, conservaba nada menos que cuatro mil pertenencias de deportados de toda Europa. Este Archivo, dependiente originalmente de la Cruz Roja, se creó después de la Guerra, con el objetivo de intentar localizar a familiares de desplazados, como los niños que se habían separado de sus padres. Después los aliados fueron llevando durante décadas toda la documentación que fueron encontrando sobre los crímenes nazis. Así se creó un pequeño fondo de objetos, que se conservaron milagrosamente, sobre todo de los campos de concentración de Hamburgo (Neuengamme), donde los nazis quemaron la documentación, pero conservaron las pertenencias, y cerca de Munich (Dachau). Las nuevas tecnologías han posibilitado la búsqueda de familiares con la ayuda de voluntarios y de los gobiernos que forman parte del Convenio Internacional que sostiene el Archivo, al que no pertenece España. De ahí que la búsqueda la estén haciendo aquí voluntarios como Muñoz, que poco a poco, además, están hallando más deportados, en torno a una decena en Toledo, que no estaban en ninguna lista.
Sin espacio para los objetos de deportados de ToledoSu trabajo con los objetos ha dado resultado, aunque curiosamente, el Gobierno no se interesó en ayudar en este trabajo. Han encontrado familiares de deportados y se habrán devuelto la mitad de los setenta objetos que el Archivo tenía hace cuatro años de españoles, fotografías, carnets, relojes o cadenas. La mayoría de ellos han ido a parar a familiares que se quedaron en Francia.
Pero además hay deportados a campos de concentración cuyos familiares no están apareciendo. Pueden ser hijos únicos o personas con muy pocos datos, como José Díaz de Sevilla. De forma que los voluntarios españoles propusieron que sus pertenencias se entregaran a archivos o museos en las provincias de sus propietarios. Así ocurrió en 2020 en Cataluña, donde incluso se hizo una exposición sobre la temática, y aparecieron familiares. Y al Archivo Arolsen le pareció perfecto. De forma que el Archivo General de Murcia también se quedó con objetos y ha hecho una muestra. También hubo buena acogida en Extremadura, Salamanca y Asturias, y ahora hay en Sevilla una exposición con cinco objetos de deportados.
Problemas en Toledo. Y entre los deportados, aparecieron el toledano Arturo Casarrubios y el albaceteño Antonio Rodríguez, ambos de Castilla-La Mancha. Su identificación fue complicada, dado que sus nombres estaban mal escritos. Sus descendientes, en el extranjero, decidieron que, mejor que quedarse ellos con sus objetos, era mejor que se quedaran en un museo, para darlos valor.
Sin espacio para los objetos de deportados de ToledoAsí comenzó la búsqueda de un espacio en Toledo. Como habían sido soldados españoles que combatieron por la República, Muñoz se puso primero en contacto con el Museo del Ejército, que no mostró interés, y después con los archivos provinciales de Toledo y Albacete, como habían hecho en lugares como Murcia y Sevilla. La idea es que se quedaran los objetos y quizá, como en otras provincias, organizar exposiciones.
En Toledo, en principio encontraron mucho interés, y en noviembre llegaron allí un reloj y una pluma de Arturo Casarrubios, previo convenio. Sin embargo, hubo problemas en Albacete, por impedimentos legales y ahora se quiere devolver los objetos recibidos en Toledo. De forma que, de una u otra forma, no se han podido exponer todavía las pertenencias de los dos represaliados de la región. Esto ha extrañado mucho a Muñoz, quien recuerda que la mayor parte de los deportados españoles eran de la UGT y del PSOE, «y sin embargo, resulta complicada para una administración socialista asumir esa historia propia y hacerla colectiva de todos los castellano-manchegos», apunta dolido por los familiares que han cedido los objetos, «es un feo que se les hace».
Fuentes de la Consejería de Cultura han explicado que, de acuerdo con nuestra normativa de referencia, el procedimiento que se debe seguir en nuestra comunidad autónoma para la entrega de bienes a instituciones públicas gestionadas por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha establece que los bienes muebles deben ser custodiados en instituciones museísticas, pues son las que cuentan con conservadores que tienen la formación profesional y el cometido para realizar valoraciones y catalogaciones de bienes muebles.
Los archivos, en la región están dedicados exclusivamente a fondos documentales. Por tanto, cualquier entrega, donación o depósito deber realizarse en el museo correspondiente de cada provincia.
Habitualmente se requiere también la documentación que pueda existir al respecto del bien para acompañarlo y contextualizarlo en el inventario y catálogo correspondiente del museo.