«La inteligencia artificial tiene riesgos y muchas ventajas»

M.G
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El profesor lector Serra Húnter de Dº del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad Rovira I Virgili, Oriol Cremades, ofreció el miércoles una ponencia sobre digitalización en el XVII Encuentro regional de Salud Laboral de CCOO

Oriol Cremades, profesor en la Universidad Rovira I Virgili - Foto: Y. Lancha

La Unión Europea se ha marcado un reto importante para que en 2030 el 80% de la población tenga conocimientos de digitalización. ¿Será viable alcanzarlo en España?

Dependiendo de los sectores. Algunos han conseguido ese reto, pero también hay una cuestión de edad... En global puede ser un reto que se puede conseguir, pero también podrán darse desequilibrios en cuanto al objetivo.

Se habla mucho de digitalización y teletrabajo desde que se inició la pandemia de coronavirus, pero parece que la idea ha ido perdiendo fuelle una vez que hemos salido de la pandemia. ¿Hay que apostar más por la digitalización?

En esto tengo una opinión distinta de la general. Es verdad que ha disminuido el teletrabajo de forma habitual, es decir, aplicado a casi todos los días de la semana, pero ha aumentado el ocasional, pero quizá en los medios no se ve tanto. Incluso existe un teletrabajo que no se refleja bien en las estadísticas, como pequeñas horas extras, pagadas o compensadas con descanso, que técnicamente son teletrabajo, pero la cuestión es si se aplica la nueva ley del trabajo a distancia o no. 

Hay una expectativa muy grande con el teletrabajo, parece que se desinfla, pero queda una idea y después cuando menos pensado parece reaparece y se estabiliza. 

¿Hay que acabar con esa sensación que permanece en el ámbito empresarial de que el teletrabajo no ha logrado aumentar la productividad?

Primero tenemos que tener en cuenta cómo medimos la productividad y depende de lo que entendamos por ella. Después hay que tener en cuenta que no todo es la productividad, sino el bienestar de la persona y eso generalmente a medio, largo plazo sí permite aumentar la productividad, lo que llamamos atraer a unos perfiles de trabajadores. También se ve que las empresas que no ofrecen medidas de flexibilidad vinculadas también al teletrabajo tienen cada vez más problemas, sobre todo, en un sector de cierta edad, en el que se valoran mucho más estos aspectos, no solo vinculados a la conciliación familiar, sino ligados al tiempo para hacer lo que uno quiere. Es decir, existe una diferencia muy clara entre el tiempo de trabajo y de no trabajo. 

Los avances en la digitalización van a años luz de las normativas y de los tribunales, y más teniendo en cuenta que estos últimos van muy retrasados en implantación de nuevas tecnologías. ¿Hay que darse más prisa  y mejorar la legislación para proteger a los trabajadores, el entorno laboral y a las empresas?

Generalmente, lo que sucede primero son los fenómenos tecnológicos y  después va la legislación. Pero también hay cierta parte de mito. A veces, tenemos normas globales, no tan específicas, que también permiten dar respuesta. Es verdad que después se crea un cuerpo jurisprudencial, normas específicas, como por ejemplo el futuro reglamento de la inteligencia artificial, pero no estamos tan mal como puede parecer porque tenemos herramientas. Otra cosa es si esos instrumentos jurídicos se cumplen y aplican o no. 

Estoy convencido de que no es una cuestión de legislar muchísimo más, siempre considero que es mejor tener normas claras y que se cumplan porque de otra manera hacemos muchas capas de legislación y nos da la sensación de que vamos por buen camino,  pero en la realidad nos encontramos que las normas se hacen más complejas en la eficacia y en la efectividad en el cumplimiento y eso genera poca eficiencia en el sistema. 

¿Qué problemáticas tienen los trabajadores que se encuentran metidos ya en entornos digitales?

Primero hay una parte de saber, de formación en el uso de las herramientas y que estén pensadas para quién las tienen que utilizar. A veces, se aplican herramientas que se han creado, pero no se han testeado suficiente, y genera un plazo de adaptación. Hay una cuestión clave, la formación y hay que tener claro que las herramientas no se apliquen simplemente porque tenemos que tener tecnología, sino que sean para algo concreto, poniéndolas donde debe haber más tecnología y donde el factor más humano que aporta ese valor añadido. 

El tema de la desconexión digital es muy importante. La cuestión de los límites del horario de trabajo, la jornada y lo que no lo es y entre el ocio y el trabajo están más desdibujados. También hay bastantes factores de esa falta de desconexión digital, unos más sistémicos, otros relacionados con cómo se organiza el trabajo en la empresa y también algunos eventualmente más jurídicos. 

¿De qué manera se pueden poner límites al hipercontrol de las empresas cuando el trabajo se realiza en entornos digitales?

Un factor relevante es si existen representantes de los trabajadores, sindicalizados o no, pero generalmente, aunque hay cuestiones de grado, donde no existen representantes de los trabajadores es más fácil que se produzcan vulneraciones  y presiones de un control que no podemos decir que sea irracional, pero directamente es perjudicial para el propio empleador. 

También es importante el papel de la Inspección de Trabajo y ha habido una mejora en el conocimiento. Durante mucho tiempo se hizo hincapié en la inspección en Hacienda, pero no se había puesto ese énfasis en la Inspección de Trabajo, y ayuda a la protección de los derechos de las personas trabajadoras y se debe ver también como un bienestar global que puede ayudar en la productividad. Un reto importante es competir en igualdad de condiciones en las empresas. Lo que no va en la lógica de la economía de mercado es que en algunas empresas de algunos sectores no se cumpla la normativa laboral. Y genera un mecanismo de competencia que puede, eventualmente, ir vinculado a la competencia desleal. 

¿Nos da miedo el avance de la inteligencia artificial en el ámbito laboral?

Todo aquello que desconocemos siempre da miedo. Seguramente, la propia palabra hizo fortuna, pero tenemos que pensar más en algoritmos, procesos de tecnificación más sofisticados. Ya lo que ahora tenemos miedo en poco tiempo será lo habitual y habrá algo nuevo que nos volverá a dar miedo, es una cuestión cíclica. Cuando llegó la luz fue algo extremadamente disrruptivo porque permitió modificar las jornadas de trabajo, que estaban asociadas a la luz solar. Poco a poco iremos viendo que con la inteligencia artificial hay muchos riesgos, pero también muchas ventajas. Lo que se está haciendo es aportar normativa y es una cuestión de establecer límites que nunca se deben superar y más supervisión dependiendo a qué bienes jurídicos afecten. 

El trabajador tiene que estar bien formado para ser competitivo en el mercado laboral y las empresas también tienen la obligación de formar. Imagino que las empresas también necesitarán formarse para dar el salto a la digitalización.

La propia actividad en algunos sectores sin encontrar ayuda o soporte externo ha generado que pongan en marcha su propio sistema de formación, algo que se ve en empresas de tamaño medio y grande. Lo que falta y donde tiene que darse mayor intensidad es  en las pymes y micropymes, el tejido más productivo que hay en España. También hay que generar incentivos e intentar que haya empresas más grandes porque posibilita generar mayores eficiencias y ayuda a que  haya más sistemas de formación interna.

Respecto a la Unión Europea, ¿cómo anda España en digitalización?

Ha mejorado mucho, pero depende de los sectores. Desde las instituciones públicas, Gobierno central, autonómico y con ayudas de la Unión Europea, se está avanzando y dando pasos. En algunos casos hay que tener ojo con determinadas ayudas que se vinculan a la tecnología porque realmente no serán muy eficientes. Con recursos escasos es muy importante tener claro dónde se invierte.