Editorial

Sánchez busca ahora el auxilio de la mano que muerde sistemáticamente

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Sucede que cuando se toca la economía se entra en un pantano de vasos comunicantes, y eso alerta allende nuestras fronteras

La resaca del manipulado encuentro que mantuvo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con los empresarios del Ibex a cuenta del Foro Económico Mundial de Davos va a ser larga. Al margen del bochornoso episodio de los falsos aplausos al presidente, fruto de un montaje de vídeo propio del aparato propagandístico de una república bananera, lo cierto es que la distancia entre lo predicado por Sánchez y lo practicado por su Gobierno es sideral, lo que está propiciando que el respeto in situ al que obliga el protocolo se esté convirtiendo en indignación, sobre todo conforme se va conociendo el escaso fuste de un encuentro diseñado única y exclusivamente para maquillar la figura presidencial.

La necesidad de difundir las imágenes de la reunión, que por el escenario se asemejaba más a una votación de vecinos que a una cumbre presidencial con el poder económico del país, obedece a la desconfianza internacional que el Ejecutivo está proyectando con su rendición sistemática al dictado de un prófugo, los herederos políticos de una organización criminal y terrorista y aquello que pretenda significar Sumar, que más que un partido al uso es una coalición que tiene en la resurrección de la lucha de clases su único argumentario legislativo.

La comunidad internacional sospecha de España. La Unión Europa sospecha de España. La tradicional alianza geoestratégica en torno a la OTAN sospecha de España. Sospechan porque España, hoy por hoy, no es un aliado fiable. Está en manos de un Gobierno que se mueve por las necesidades personales de su presidente, y eso ha llevado al PSOE de Sánchez a enfrentarse al poder económico hasta límites ignotos. Las descalificaciones públicas a los dueños de Ferrovial son sólo un ejemplo de cómo responde el muro del presidente cuando alguien desconfía abiertamente de su serenidad. 

Sucede que cuando se toca la economía se entra en un pantano lleno de vasos comunicantes, y eso alerta allende nuestras fronteras. Sobre todo, a los socios que están pagando la fiesta de un gasto social cuya financiación a medio plazo está en cuestión. De ahí que el PSOE pretenda enviar el mensaje de que las grandes empresas españolas, algunas verdaderas referentes mundiales en su sector, están con el presidente. Tanto, que hasta le aplauden. Como tantas veces, las mentiras se hunden por su propio peso y la verdad sale a flote. Y la verdad es que el Gobierno ha impuesto una subida del SMI sacando a la patronal -a la empresa- de la mesa de negociación. La verdad es que el Gobierno pretende ahora decretar una reducción de jornada al margen de la patronal. Y la verdad es que el Gobierno ha demonizado hasta el escarnio a la «casta» empresarial a la que ahora necesita a su lado. Aunque solo sea para seguir pataleándola.