Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


La semana de los profetas

21/05/2023

Mi confianza en las encuestas es limitada. Aciertan, claro, en las líneas generales, pero un trabajo de, por ejemplo, mil muestras no puede calibrar cuántos escaños logrará un determinado partido en La Rioja o en Cantabria, pongamos por caso. Los últimos sondeos de opinión, gracias a la nefasta legislación que los prohíbe en la inmediatez de la jornada electoral, aparecen en estas horas, confirmando la carrera por unos pocos miles de votos que podrían o no desalojar del poder a gentes que parecían tan asentadas como García-Page, Lambán, Ximo Puig o Fernández Vara, los 'barones' socialistas a los que quiere echar el PP. Pero leo casi todas las encuestas recientes, escucho la voz de los profetas que las realizan y comentan y concluyo que...

-Primero, el vuelco no parece que vaya a ser tan grande como los arúspices más o menos próximos al Partido Popular aseguran. Uno de ellos, notorio, es la verdad, por sus pasados aciertos, va de emisora en emisora asegurando que 'es imposible que Pedro Sánchez gane' en las próximas elecciones generales, al tiempo que pronostica importantes avances 'populares' en los comicios de la próxima semana. Otros vates se muestran más cautos: Sánchez no da jamás una batalla por perdida y tiene muchos ases en la manga. Entre ellos, el 'Boletín Oficial del Estado', el CNI, Biden y Von der Leyen, nada menos.

-Segundo, la batalla parece estar centrada más en los profetas y politólogos que en los propios líderes políticos, empeñados estos últimos en cosas tan tontas como sacar a relucir a ETA en los mítines (no, el siniestro patinazo de Bildu colocando a ex etarras en sus listas no parece que vaya a tener gran efecto en las urnas): hay una auténtica guerra desatada contra el CIS de Tezanos, pero hay ciertos trabajos privados que pecarían seguramente de más sesgados e incompletos aún que los del Centro oficial de predicciones. Es, en todo caso, la hora de esos profetas, casi un juego en el que la ciudadanía interesada en la cuestión, que por cierto no es mucha, apuesta a ver qué chamán acierta o se equivoca en mayor medida. Es parte del espectáculo político.

-Tercero, lo que sí se puede adelantar es que en la noche del próximo domingo 28 todos saldrán a decir que han ganado. Unos, porque han mantenido las plazas fuertes; otros, porque han conquistado alguna fortaleza, aunque sea menor. Los de más allá, porque han mejorado en número de votos respecto a las pasadas elecciones, o porque han logrado quién sabe qué puñado de concejalías... Unas elecciones municipales y autonómicas dan para repartir mucho. Y para especular aún más.

-Cuarto, lo cierto es que, salvo lo que queramos que representen unos hipotéticos vuelcos en Sevilla, Valencia o en la alcaldía de Barcelona, o en alguna autonomía significativa, los resultados de estas elecciones de dentro de una semana influirán poco en las generales allá por diciembre, que son las que verdaderamente importan. Ya sé que los arúspices insisten en que quien gane las municipales y autonómicas, si es que es posible determinarlo, tendrá ganadas las generales, como si las locales y regionales fuesen unas primarias con ganador predeterminado. No me parece exacto: a Pedro Sánchez, el hombre que presidirá -no lo olvidemos- la Unión Europea desde julio, le queda mucho juego pirotécnico por lanzar a los aires. Y se dan factores de seria incertidumbre, como lo que pueda ocurrir entre Yolanda Díaz y Podemos, o cómo será la deriva anímica de Vox, que alterarán todas las previsiones.

-Quinto, porque la verdad es que, hoy por hoy, lo que parece muy claro es que tanto Podemos como Vox, es decir, los extremos del arco político, condicionarán la gobernación de no pocas ciudades y de al menos tres autonomías. Es una anomalía política indeseable que exista la posibilidad de que quien ha ganado no gobierne por culpa de pactos extraños con más extraños aún compañeros de cama, pero así están las cosas merced a una normativa electoral errónea: la gobernación de una buena parte del país dependerá de un partido cuyo líder es el más rechazado en las encuestas o de otro cuyas piruetas le han hecho descender continuamente en el electorado, pero que aún mantiene unos rescoldos que pueden abrasar a quien se les aproxime.

Una vez dicho todo esto, le confieso que yo también pasaré algunas horas estudiando lo que dicen los trabajos puestos en marcha por esos profetas a los que, como al brujo de la tribu, tanta relevancia social y política les hemos dado. Luego vendrá la realidad implacable de las urnas, claro.