«Quiero que la gente hable de Pedro Luis»

Mario Gómez
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El novillero peruano, que ha impactado en el Alfarero de Plata, convive con el matador de toros Morenito de Aranda en su ganadería 'Toros de Castilla'. «Es todo un privilegio», afirma

El novillero Pedro Luis dio una importante dimensión en la semifinal del IX Certamen Alfarero de Plata 2023. - Foto: Antonio Almena

Habla templado y pausado, como intenta el toreo cuando su oponente le deja. Otras es carbón de mecha corta, que arde en cuanto el animal se lo exige. Pedro Luis es «un chico de Perú que quiere ser torero y que está como loco por hacerse un nombre en esta bonita profesión», simple y sencillo. 

Así se define justo tras acabar su jornada matinal en la finca del maestro Morenito de Aranda en Oropesa, Toledo. El novillero vive con el matador de toros, casi como si fuera crónica de otra época, para «aprender todo lo que se pueda», y colaborando en las tareas de la ganadería. «Es vivir en torero, desde la mañana hasta la noche, con horarios de entreno y de colaborar en la ganadería, gracias al maestro Morenito, estoy adquiriendo las bases de la tauromaquia, la educación taurina y el amor por el toro que el maestro tiene», desgrana lleno de admiración por el burgalés.

Otro matador del que habla con especial cariño es de Eugenio de Mora, maestro de la Escuela Taurina Domingo Ortega de la que Pedro Luis es alumno. «No siempre puedo ir por cuestiones de horarios de autobuses, pero cuando voy el maestro Eugenio me trata muy considerado, me tiene presente y le estoy muy agradecido por todo».

Pedro Luis lleva casi un año afincado en Oropesa. Pedro Luis lleva casi un año afincado en Oropesa. El novillero, hijo del matador de toros venezolano Pedro Pérez, ya estuvo en España en 2019, conoció la Escuela Taurina de Málaga, pasó la pandemia, y participó en el Centro de Alto Rendimiento para Toreros celebrado en 2021 en México representando a Perú. Luego continuó haciendo temporada en el país azteca, hasta que se trasladó hace «más o menos un año a Toledo».

«Disciplina, sacrificio y entrega», son los pilares de la preparación y el querer ser del novillero en una carrera que sabe que es «difícil», pero que lleva de forma organizada a diario desde por la mañana. «El horario es más o menos el mismo, me gusta mucho también despejar la mente montando a caballo, y eso puedo realizarlo aquí en la finca, vivir en el campo y en torero es todo un lujo, por lo que tengo todo por agradecer al maestro Morenito, que es uno de mis pilares como torero y en mi vida», explica: «vivo como se ha vivido siempre, y donde creo que tengo que estar», sentencia.

Más de 9.317 kilómetros separan su ciudad de Lima de Oropesa, algo que no pesa cuando se lucha por un sueño. Pedro Luis reconoce que motiva que la gente hable de él, y que a pesar de llevar solamente una docena de erales estoqueados, lograr poder avanzar en el Alfarero de Plata.

«He procurado forjarme, trabajar, y dedicar muchas horas al día, ahora todo esto, el sacrificio, los golpes, y las volteretas cobran sentido, mi paso por el Alfarero es un peldaño más en lo que quiero lograr», explica. Sabedor del nivel de la final del próximo sábado, reconoce que «independientemente de poder ganar quiero que la gente hable de Pedro Luis, porque cada tarde la vivo como la última, con intensidad, tratando de emocionar, porque si yo me emociono, brota todo lo que llevo dentro y hago emocionar, y nunca se sabe cuándo podrás volver a vestirte de torero o si será la última vez».

Todo ello en una semana que vive «con intensidad», pero con la tranquilidad de que «toda la labor está hecha, esto no es cosa de un día, y la preparación y la mentalidad ahora tienen que dar sus frutos».

Para este joven novillero, supone un satisfacción ver a sus padres orgullosos, «el orgullo de los padres es ver felices a sus hijos», cuenta, sabedor que el sábado no dejará nada en el tintero y que «si los novillos me regalan alguna embestida, sea como sea, saldrá mi dimensión: artista, clásica, valiente... o la que se requiera»; porque «el toro es la plastilina y el torero ha de dejarse fluir e intentar moldearla».

Ahora toca descansar y tratar de llegar fresco a la cita, «despejado, pero con responsabilidad», sin renunciar a una risa, «pero sabiendo lo que toca», y «muy metido».

«Cuando comience a vestirme de torero, cambiará el chip, el sabor de la boca será otro, y el andar será diferente: todo en torero», sentencia convencido.