«Me quita el sueño volver a escuchar los olés de Madrid»

Mario Gómez
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El torrijeño Álvaro Alarcón tomará este miércoles la alternativa en Las Ventas. En un cartel de excepción, Alarcón verá materializado un sueño en la plaza que le vio triunfar de forma rotunda en San Isidro 2022

Alarcón se convertirá en matador de toros tras una vida entregada a la profesión. - Foto: Dominguín

Saborea cada palabra como cada embestida que un toro le regala. Paladea las expresiones como el aficionado palpa su toreo entregado. Álvaro Alarcón (Torrijos, 1998) se encuentra ante la cita más importante de su carrera, y quizá de su vida. El 10 de mayo se convertirá en matador de toros. En Madrid. En el inicio de San Isidro. Con El Juli y Roca Rey como padrino y testigo y con una ganadería que llega en un momento extraordinario como es La Quinta, y en la que en las últimas fechas ha podido conocer las embestidas de las hembras en un tentadero. «Hay que hacerles las cosas muy bien, sin toques fuertes, ni cambiar el viaje, hay que llevarlas y poderlas», argumenta.

Un nudo ciñe su garganta y sus ojos se tornan vidriosos cuando habla de sus inicios, su camino y su trayectoria hasta Madrid. Un brotar de recuerdos en los que afloran desde sus inicios en la Escuela Taurina de Toledo, su debut de luces en un certamen organizado por José Tomás, o cómo «al llegar al patio de caballos lo vi aquel día, y me daba respeto hasta saludarlo», no en vano estaba ante uno de los mitos del toreo.

 Un puñado de novilladas hasta el momento que le han hecho saborear la miel y la hiel. Y Madrid como epicentro. Siempre Madrid. Esa plaza que lanzó a un novillero casi desconocido tras cortar tres orejas el pasado San Isidro, y a la que ha vuelto en dos ocasiones más (Feria de Otoño y apertura de temporada), sin que todo haya terminado de rodar. Además el parte médico de su última tarde aterra a cualquiera que lo lea. «Neumotórax y fractura de varias costillas, tres meses y medio de baja», dijeron los médicos; «un torero nunca puede dar pena», responde Alarcón, que con vergüenza torera, personalidad y quien sabe si con algún calmante, lo tiene claro: «el día 10 de mayo estaré en Madrid».

Alarcón se convertirá en matador de toros tras una vida entregada a la profesión. Alarcón se convertirá en matador de toros tras una vida entregada a la profesión. - Foto: DominguínA penas seis días antes de la cita atendía a La Tribuna en un icónico paraje toledano. Las emociones están a flor de piel, relata y repasa su trayectoria, en la que los momentos y las personas han sido «buenos y no tan buenos», pero de lo que no cambiaría nada para llegar hasta aquí. Su mirada penetrante, es tan sincera como sus palabras, y como pretende su toreo. «Si siento que tengo que echar la 'pata palante', lo hago, porque me nace».

Quizá ese toreo de sentimiento y entrega, es el que le hace soportar largas sesiones de fisioterapia. Sus tardes se resumen en seis horas diarias para coger el mayor fondo físico posible y recuperar los movimientos. 

Del padrino y testigo de alternativa se deshace en elogios. «Un sueño» es la frase que más repite el torrijeño mientras que habla de las bondades de dos de las máximas figuras del toreo en el siglo XX y XXI. Presiona pero a la vez ilusiona el hecho de estar en un cartel así, sabiendo que ya ha hecho rugir Madrid, en San Isidro y con una Puerta Grande, «pero una novillada no es una corrida de toros», esboza, ante lo que revela la mayor «me quita el sueño volver a escuchar los olés rotundos de Madrid». Y para ello trabaja, para ello aguanta la recuperación, y va realizando ejercicios en la medida que su capacidad física y pulmonar se lo permite. 

A la que puede coge los trastos y traza verónicas al aire y muletazos al viento. Cualquier sobre esfuerzo puede costarle caro, pero las ganas de verse en Madrid le pueden para saber aprovechar sin abusar. 

Sin un brindis en la cabeza para el toro más importante de su vida, reconoce que «son demasiadas personas las que me han ayudado y es difícil concretar en una sola», tampoco desvela el secreto mejor guardado para esa tarde, su vestido de alternativa. Se le ilumina la mirada al explicar cómo han sido las idas y venidas al sastre, elegir bordado y tonalidad, y más emocionante aún es verle explicar que «lo más bonito es que es un regalo y eso lo hace aún más especial».

Y así, tras ver a Toledo a sus pies, y lancear al viento, como si de una metáfora se tratase de Madrid y el lote de su alternativa, retoma su camino rumbo a la alternativa. Se torea como se es, y se es como se habla, y Alarcón lo hace despejado de mente, con las ideas claras, mirando a los ojos y en tono reposado; a poco que le embistan los de La Quinta, recibirá el justo pago de «toda una vida entregada al toro para llegar a momento como este».