En el Festival de Cine de San Sebastián, subvencionado con el dinero de los contribuyentes, va a debutar, este año, como actor cinematográfico, el conocido jefe de una banda de asesinos -calificado así por las autoridades estadounidenses- Josu Urrutikoetxea Bengoetxea, más conocido, en el mundo del crimen terrorista, como Josu Ternera. ¿Una película? No, se trata de una entrevista grabada. Nunca, antes, en el Festival de Cine de San Sebastián, se habían proyectado entrevistas con asesinos, pero el progresismo nos sacude la modorra, y nos incita a avanzar, avanzar, avanzar, como repite, a menudo, Pedro I, El Mentiroso.
Amo la libertad informativa, la libertad de expresión y todas las libertades por las que una generación nos jugamos la nómina y otras cosas más peligrosas, para que pudiéramos ejercerlas, y borrar la censuras que nos obligaba -como diría el inteligente Evaristo Acevedo- a afinar nuestro estilo, y pasar de la definición justa a la ironía para no terminar en la cárcel o con una multa a las espaldas que no podríamos pagar. No voy a perorar sobre lo que sentirán las viudas, los huérfanos, los hijos, los padres y los hermanos de las docenas de seres humanos que ordenó asesinar Josu Ternera, porque quiero ser objetivo. No voy a pedir que Torquemada entre en acción, ni me voy a introducir en aspectos emocionales -tan evidentes, como peligrosos- ni me voy a apuntar a un bando de una manera sectaria.
Simplemente, apelando a su buen juicio, a su raciocinio, a su inteligencia, a su objetividad -si es que queda una brizna, todavía, en España- ¿les parecería bien, y aprobarían que, en el Festival de Cine de San Sebastián, una de las películas, fuese una larga entrevista con Rubiales, donde explicara su trayectoria, argumentara sobre la persecución cometida contra él, y justificara las circunstancias que concurrieron en un beso, ligero, que duró 0,5 segundos? ¿Le parecería a usted bien que ésa fuera una de las aportaciones a la fama internacional del Festival de Cine de San Sebastián?
Casi me parece más apropiado que el Festival de Cine de Sitges se abra con una larga entrevista con el conocido cobarde y prófugo Puigdemont. Al fin y al cabo, el Festival de Cine de Sitges está dedicado al cine fantástico y de horror. Y si el horror es un personaje zafio, en medio de una celebración, dando un beso, y la normalidad es un golpe de Estado o estar al frente de una banda de asesinos, que ordena que mueran hombres, mujeres y niños inocentes, por el terrible delito de no ser vascos separatistas, apostemos por la normalidad. Y pensemos que el Festival de Cine de San Sebastián es tan normal como el de Cannes o el de Venecia. Y usted se lo cree, y los dos mentimos.