Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Grabiel, el Berrendo

24/01/2024

Grabiel, el Berrendo, o Grabiel, el de tía Santa, dio la vuelta al mundo en poco más de once años. Salió por la carretera de Extremadura en el Auto-Res de Badajoz con lo puesto y en la cartera una imagen de la Virgen de Chilla, el carné de identidad, un peine, un palillo de los dientes y dos mil pesetas. Entró por la carretera de Madrid en la Sepulvedana con lo puesto, sin cartera; en el bolsillo de la camisa, pillados con una goma, la misma imagen de la virgen de Chilla, un pasaporte, otro peine, otro palillo de los dientes, cuatrocientos veinte dólares, setenta francos y cien duros.  
Grabiel, el Berrendo, o Grabiel, el de tía Santa, dio la vuelta al mundo trabajando aquí y allá, en lo que le salía. Viajaba mientras tenía conquibus y paraba cuando se le acababa. Lo normal. Que pedir nunca pidió ni vivió de caridad. Para eso tenía las manos y buena disposición.
-He puesto estos pies en ciento cuarenta y tres países –asegura-. Y en sus respectivas capitales. Porque, a mi entender, si no conoces la capital es como si no estuvieras en el sitio. Dirás que es una manía como otra cualquiera, pero, por retirada que me pillara, allí que me personaba. El pulso de un país está en la capital. Y el alma.
-¿Y los recuerdas todos?
-Uno por uno y uno detrás de otro, por riguroso orden de paso, colores de la bandera y moneda.
-¡Joder!
-Ponme a prueba si lo dudas –me reta.
-Que no hombre, que no, cómo no me lo voy a creer...
A Grabiel, el Berrendo, o Grabiel, el de tía Santa, de pequeño, en la escuela, le gustaba mucho la geografía. Cuando el maestro la explicaba y decía en alto: "Allí tengo que ir yo". Los chavales y el maestro se reían. Natural. Pero eso a él le daba lo mismo porque ya lo tenía decidido. Así que una mañana de principios de mayo metió las manos en los bolsillos del pantalón y, entre tolvaneras y vencejos, se encaminó a la estación de autobuses.
-Adiós, Grabiel, ¿dónde vas con la carrera? –le gritó Justo, el Chiva, en la Plaza de Santa Leocadia.
-A dar una vuelta, Chiva, a dar una vuelta… ¡Que ya va siendo hora! -respondió.

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