Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Ni la madre que la parió

24/01/2024

Que España es un gran país, digan lo que digan quienes afirman lo contrario, es algo que se demuestra también en el hecho de que ya lideramos mundialmente la llegada de turistas, superando a la vecina y envidiada Francia: que se lo digan a los profesionales de Fitur, que comienza este miércoles.
Ahora bien, una radiografía algo exhaustiva de la realidad de la nación hace sospechar que el día menos pensado María Jesús Montero, digna sucesora -incluso por lo lenguaraz- de Alfonso Guerra, podría proclamar, como el que fuera 'número dos' de Felipe González, que a España ya "no la reconoce ni la madre que la parió".
Y tendrá razón la vicepresidenta, porque la aceleración que estamos experimentando en todos los órdenes hace que muchas cosas que eran reconocibles, normales, cotidianas, hace menos de cinco años, ahora se hayan vuelto difícilmente aprehensibles. Las definiciones de familia, educación, cultura, relaciones sexuales o igualdad, por ejemplo, están sufriendo rápidas transformaciones que hacen difícil llegar a comprender, y menos aún aprehender, todo el Cambio.
De este Gobierno, que ha superado ya en su ejercicio un lustro de infarto, se pueden decir muchas cosas excepto que no trabaje. Ahora, el recién aterrizado ministro de Cultura, Ernest Urtasun, habla de 'descolonizar' los museos, que no es idea nueva, mientras que en Educación se promete incentivar a los profesores que hagan 'amable' el estudio de las matemáticas, asignatura en la que los alumnos españoles van retrasados, según los barómetros de Pisa. Y ambos pasos me parece, mire usted, plausibles.
Conste que no figuro entre quienes critican por sistema cuanto hace el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Si hay que elogiar, se elogia, y este afán por atrapar el Cambio, sea tecnológico o en las costumbres, me parece digno de reconocimiento. Lo que ocurre es que al tiempo se levantan muchas barreras, algunos muros. Y entonces, una sensación de provisionalidad, de falta de seguridad jurídica porque el delicado equilibrio de los poderes del Estado no funciona, se enseñorea de los ánimos ciudadanos y hace que se instale una especie de pasotismo fatalista: ahora nos va bien, pero mañana nos irá peor, advierten desde sectores de la patronal, de la empresa, desde algunos medios, desde instituciones togadas, desde algunos colectivos -hay que ver cómo están los diplomáticos con los 'Embajadores políticos'- y desde ciertas cátedras.
Desde luego, al ritmo que van las cosas es muy complicado predecir el futuro cuando ni siquiera se puede hacer un croquis exacto del presente. No resulta demasiado tranquilizador escuchar al líder de la oposición decir que España "no tiene Constitución" (referido a la inminente batalla sobre la tramitación de la amnistía) ni constatar que la ley fundamental se incumple de una u otra manera, más o menos solapada, con alarmante frecuencia.
Ni contribuye a la estabilidad emocional del cuerpo político de la nación la barahúnda en los partidos políticos lanzados a unas contiendas electorales sin demasiado orden ni concierto. O leer en fuentes solventes que el presidente del Gobierno podría sentirse tentado, ya esta primavera, de marcharse a presidir el Consejo Europeo si las cosas por aquí se ponen demasiado tensas por las exigencias de Puigdemont y las perspectivas ante los comicios europeos se le ensombrecen. Personalmente, no creo en una huida del siempre afortunado Sánchez, pero ahí quedan los rumores y especulaciones, que a mí en este caso sí me parecen noticia.
En fin, que siempre queda espacio para la sonrisa cuando ves los hoteles, los restaurantes, los teatros y las carreteras llenos, como se va a constatar estadísticamente en las próximas horas, después de que los reyes inauguren una Fitur más abarrotada y optimista que nunca: las botellas se ven medio llenas o medio vacías, excepto cuando las dos Españas se empeñan en verlas del todo llenas o por completo vacías. Lo que sí es seguro es que, a este ritmo, antes de que se agote la Legislatura, si es que, improbablemente, llega a agotarse, ni la madre que lo parió va a conocer a este país nuestro. Para bien y seguramente también para mal: qué apasionante.