Jorge Jaramillo

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Jorge Jaramillo


Grietas en la unidad alimentaria

01/05/2023

 La salida de Reino Unido de la Unión Europea tras el tortuoso Brexit, demostró muy pocos meses después, el error en el que habían incurrido los británicos tras un ajustadísimo referéndum en el que, al menos, la otra mitad de sus ciudadanos, hubiera deseado quedarse en el proyecto que alimentaron junto a los primeros estados fundacionales. 

   Y así tuvieron que recurrir a un acuerdo comercial que dejara todo casi como estaba para evitar la catástrofe, el aislamiento y el desabastecimiento repentino al imponerse en su aduanas otras normas, hasta que pudieron reconducir las relaciones rubricando un "status quo" que negoció la dimitida Theresa May, selló in extremis el derrocado Boris Johnson, y ahora desarrolla el primer ministro Rishi Sunak.

   Pese a gozar de este marco económico estable, técnicamente es un país tercero que tiene más caro vender en cualquiera de los 27 estados miembros de la UE, aunque el trato sea preferencial. A la inversa, es indudable que representa una plaza estratégica para nuestra exportación y la del resto de socios.

   Pero al compás de aquella ruptura -que socavó uno de los grandes cimientos de la Europa soñada-, hemos ido viendo cómo determinadas fuerzas políticas euroescépticas han ido ganado terreno, agitando la bandera separatista. La victoria de Enmanuel Macron sobre Marie Le Pen en las últimas elecciones francesas, fue la señal más nítida para seguir trabajando por la unidad.

    Después, la llegada al poder en Italia de la ultraderechista Giorgia Meloni, conocido su ideario y sus pensamientos sobre Europa, volvió a desatar los temores  porque se abrieran nuevas grietas con un país clave en la cuenca del Mediterráneo. De ahí, la rapidez con la que la presidenta de la Comisión, además de otros mandatarios, intentaron activar las relaciones desde la más absoluta normalidad democrática.

   Ahora es la guerra de Rusia en Ucrania la que somete a los 27 a otra delicada prueba de fuego. Trabajar sin fisuras en los distintos frentes será clave para salir reforzados en la recta final de esta legislatura que concluye en 2024 con nuevas elecciones al Parlamento de todos los europeos.

   Por eso, la reciente decisión unilateral de países como Polonia o Hungría de cerrar la entrada de grano desde Ucrania para frenar la especulación interna y el hundimiento de los precios del cereal, representa políticamente una riesgo grave de ruptura del principio de unidad comunitaria que todos están obligados a garantizar para mantener una inquebrantable cohesión. Es la Comisión, el poder ejecutivo de Europa, quien debe coordinar cualquier respuesta, y no de forma unilateral.

   A otro nivel, y salvando las distancias, es lo que en parte pasa con el debate del etiquetado del vino a raíz de la propuesta de Irlanda para atajar un problema de alcoholismo en su población, sin distinguir las bebidas de alta graduación de otras, lo que ha puesto en guardia a los países productores del sur como el nuestro. El viernes, el ministro de Agricultura, Luis Planas, recibió a la comisaria de Seguridad Alimentaria en Madrid, y le recordó que debe intervenir desde la premisa de que el vino es un "producto alimentario". Italia aboga por presentar una queja ante la Organización Mundial de Comercio (OMC).

  En definitiva, cualquier iniciativa de este tipo debe negociarse o discutirse en el seno de las instituciones en las que todos hemos delegado el poder de representación. Y nunca de forma individual si queremos que esta Europa sea fuerte y fiable.

   Cierto es que por estar dentro ningún país cede totalmente su soberanía alimentaria, lo que no significa que se pueda ir por libre.