Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Personajes

20/04/2023

La palabra personaje tiene varias acepciones, según la RAE. En esta columna, me voy a referir a una definición muy concreta: persona singular que destaca por su forma peculiar de ser o actuar. Cada uno de nosotros podemos responder a esta descripción, cargada de subjetividad y ciertas evidencias. Les explico mis conclusiones, queridos lectores.  
En Toledo, con poco más de 85.000 habitantes, existe un elenco variado de población. A los que hemos nacido en esta ciudad se nos tacha de secos e incluso antipáticos, poco comunicativos. Tal vez la austeridad castellana haya marcado nuestro carácter, pero me niego a que ese tópico, tan parecido al del andaluz gracioso, se convierta en un mantra, más que nada porque salir de esta ciudad, conocer otras gentes, recibir a otras muchas personas de distintas razas y culturas, de orígenes diversos, ha servido para ampliar nuestra visión del mundo más allá de las piedras de nuestras murallas.
El sector que aglutina el poder se empeña en que esta ciudad se mantenga dormida, anestesiada, resignada, contagiada de ese sistema, muy alejado del esplendor de siglos de gloria. Nuestra Toledo, germen de la revolución comunera, de la resistencia de la Leona de Castilla, María Pacheco, se ha convertido en un escenario por el que deambulan personajes que se dedican a alabar al poder o que se quejan, en las redes sociales, gran descubrimiento del siglo XXI, para después mostrarse reacios a hacerse notar, «por si acaso». Y es que persiste el miedo ante posibles represalias, instrumento muy útil para mantener una sociedad mansa, que, al final, es la que le interesa al gobierno de turno.
Hay personajes que cargan a las claras contra los que no piensan como ellos: los insultos, el desprecio, los ataques personales son muestra de su odio. A ellos no les preocupa, porque se sienten amparados por quienes les empujan o dirigen sus opiniones. Los jefes suelen definirse como progresistas, que eso, a su juicio, les otorga una superioridad moral sobre los que no comulgan con sus ideas. Practicar la tolerancia no va con ellos, pero como se autodefinen de izquierdas, les da lo mismo. Seguro que muchos de ustedes les ponen nombre.
Luego están los pesados y pesadas, que empiezan una conversación en las redes o en la calle, que Dios nos pille confesados, y no quedan convencidos por el argumento de su oponente, muy lícito, pero insisten hasta dejar sin energías a la víctima de su impertinencia. No es de extrañar que, en la vida virtual, sean bloqueados, lo que les convertirá en seres ofendidos, que claman contra quienes han osado excluirles de su círculo de amigos o conocidos en busca de la paz que todos merecemos. Esos pelmas son los que provocan que te cambies de acera cuando los ves venir.
Otros personajes son previsibles: se dedican a predicar su doctrina, una y otra vez y a no criticar lo que hacen los suyos. Porque no tienen pensamiento propio. No ofenden a otros, pero llegan a ser muy casinos. Y qué decir de los envidiosos, de aquellos que lo tienen todo, y, de manera sibilina, ansían el mal para quienes no les alaban. Terrible su mezquindad.
Hay personajes moldeables, simpáticos, tiernos, arribistas, pedantes, muy hábiles para estar siempre al sol que más calienta. Y los hay valientes. A esos intento arrimarme.