«Las familias salen idílicas en Disney, pero tienen porquería»

Marta García
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El actor Miguel Rellán llega al Teatro de Rojas de la mano de Daniel Veronese. 'Retorno al hogar', escrita por Harold Pinter, dibuja los problemas, miserias y contradicciones de una familia compuesta por un padre viudo y tres hijos

Miguel Rellán. - Foto: Javier Naval

Miguel está encantado con su personaje Max. Con sus idas y venidas, sus llamadas de atención y sus constantes contradicciones para ganarse un estatus familiar. El actor comparte escena con Fran Perea, David Castillo, Alfonso Lara, Juan Carlos Vellido y Silma López. Una gran familia con un trato especial que engrana a la perfección y demuestra profesionalidad, talento y mucho tacto para interpretar un texto de Harold Pinter. Y en este grupo no puede faltar el director argentino Daniel Veronese, 'la reina' de una complicada partida de ajedrez. 'Retorno al hogar' levantará el telón en el Teatro de Rojas hoy y mañana.

Llega a Toledo 'Retorno al hogar', de Harold Pinter, pero más bien podría llamarse retorno al infierno, ¿no?

Hay muchas cosas que contar. Supongo que todo el mundo está de acuerdo con que la familia, esa cédula social tan importante, puede ser el germen de la felicidad absoluta o de la desgracia más grande del mundo. No hace falta que levantemos mucho la vista porque a lo largo de la Historia ha habido familias que se han llevado fatal. No hay nada nuevo bajo el sol, está todo inventado, pero en esta representación a los pocos segundos nos damos cuenta de que hay mucho de fondo. 

Para ponernos en situación: Yo interpreto a un viudo que vive con dos de sus hijos, con el mediano, interpretado por Fran Perea, y el pequeño, David Castillo. También vive con una especie de tumor que le ha salido, con su hermano, que es un pesado, interpretado por Alfonso Lara. Es evidente que aquello no funciona, hay rencillas, cosas sin aclarar, no hay respeto a pesar de que se pide. Para colmo de males aparece sin avisar otro hijo mayor, Juan Carlos Vellido, que vive en EEUU y está casado y no se sabía, con una chica más joven, encantadora y guapa. ¡La que se lía en la casa! A partir de ahí habrá que ver qué ocurre. 

A Harold Pinter le acusaban de hacer un teatro contradictorio y confuso porque no estaban claras las actuaciones de los personajes, pero él decía, a mi juicio con razón, que aceptaba la crítica pero intentaba reflejar la vida que veía alrededor, contradictoria y confusa. 

Ese mismo autor decía que la vida de uno tiene muchos compartimentos. Imagino que lo compartes...

Claro. Los tiene y de un extremo a otro porque todos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Una de las cosas importantes en muchas funciones de teatro, pero en esta concretamente como pretendía Harold Pinter, es decirle al espectador que no desvíe la atención pensando que se está hablando de unas personas ajenas, somos nosotros. Es un espejo que pone delante del espectador para que se reconozca cada uno, haga autocrítica y salga del teatro pensando a ver si consegue ser mejor que antes de la representación, que falta hace.

Por eso mismo, 'Retorno al hogar' rompe un poco el estereotipo que tenemos asumido y nos venden de la familia idílica. ¿no?

Sí, ese modelo es absolutamente falso. La prueba está en que en casi todas las familias hay una persona lejana o alguien del que no se habla. Es algo muy frecuente, un cuñado, un tío lejano... Todas las familias, por idílicas que puedan aparecer en Disney, tienen para rebuscar, siempre sale la porquería y en la trastienda de todas hay algo. Tampoco se trata de una crítica a la familia, más bien al ser humano. Pero en vez de poner una obra en una oficina de seguros o en un convento de monjas, por ejemplo, se elige a una familia. 

¿Hay en esta familia un poco de la Casa de Bernarda Alba?

No se me había ocurrido, la verdad. Quizá no demasiado porque esa casa está dominada por Bernarda y se hace lo que ella quiere, pero aquí el padre de familia, que es mi personaje, más quisiera que le hicieran caso y el problema es que continuamente está reivindicando que ha sido el cocinero, el que sabe de las cosas, el que sabe de caballos y pide respeto porque sus hijos solo saben por lo que leen en los periódicos. En el fondo, todos carecen de algo y todos los seres humanos vamos buscando de una manera de otra que nos acepten, quieran y respeten. Sin embargo, aquí como el padre no lo consigue, se mete con ellos, y ellos se rebelan y de ahí no se sale nunca.

¿Cómo te has enfrentado a nivel interpretativo a un personaje tan ambiguo como el de Max?

Complicado ha sido todo, pero los ensayos han sido fascinantes. Podía llegar una mañana de ensayo después de darle vueltas por la noche al personaje y decirle a Daniel Veronese, el director, que había pensado que lo que decía mi personaje en aquel momento era mentira y probábamos por ahí. Está sujeto a muchas interpretaciones, como pasa con los clásicos y Pinter, no olvidemos que es un clásico contemporáneo y Premio Nobel. Hamlet, por ejemplo, se puede hacer de muchas maneras porque no terminas nunca de decir todo lo que lleva dentro. 

Hay otros montajes de 'Retorno al hogar' ingleses que no tienen nada que ver con el nuestro. Y una misma frase se puede decir de muchas maneras, más agresiva, más conciliadora...(Miguel se lanza a pronunciar frases en distintos tonos).

¿Dijiste que sí a la obra al saber que la iba a dirigir Daniel Veronese?

Me llamo la productora y me preguntó si para este año quería hacer un Harold Pinter con Daniel Veronese. Y yo contesté, claro que sí, ¿a quién hay que matar? Sí, sin mirar. He trabajado varias veces con Daniel y le quiero, le admiro, nos entendemos muy bien y es un placer meterse en esta aventura con él. 

Veronese tiene fama de ser muy perfeccionista. Él mismo dice que dirige pensado lo que le gustaría ver a él y retoca todo lo que tenga que retocar hasta que consigue el resultado. ¿Ha cambiado mucho la obra desde los primeros ensayos? 

Sí. Y la vamos cambiando también después de las representaciones. La ventaja del teatro es que se puede ir modificando, eso sí, hay que estar alerta y que sea para bien. Hay funciones que se degradan poco a poco depende del tipo de función y de los actores. Por ejemplo, hay una tentación muy peligrosa porque si al decir una frase la gente se ríe, la siguiente vez la dices aún más marcada para provocar más risas, un pecado del que hay que huir como de la peste. 

Recuerdo, por ejemplo, cuando hice la obra 'La abeja reina' con Verónica Forqué. Cuando llevábamos no se cuántas representaciones y yo haciendo un papel secundario como jardinero filósofo que hablaba poco y escuchaba mucho, Juan Carlos Sánchez, un actor estupendo y profesor de interpretación, me dijo que se había dado cuenta de que cuando yo decía una frase a Verónica Forqué no tenía ese sentido, más bien otro, así que lo cambiamos y mejoró mucho. Sin embargo, esta ventaja del teatro no la tiene el cine que, para bien o para mal, se queda así para siempre.

Pero en el cine parece que se repite mucho hasta que queda bien y da la sensación de que en teatro uno se la juega más, ¿no?

En el cine el hecho de que se repita mucho no es muchas veces para que el actor quede mejor, sino porque se ha oído un avión, se ha confundido una palabra...Y muchas veces la mejor escena es independiente a la interpretación. Cuando el director dice ya porque le gusta se para. A los directores de cine hay que echarles de comer aparte porque entienden de interpretación en general lo que yo de paracaidismo deportivo, nada.

¿Qué dirías de tus hijos de escena?

No podría decir nada malo por una razón. En cine o televisión voy, mato, lo hago, me voy a casa y cobro. Pero en teatro, en la medida que puedo, muchas veces soy co-productor, y elijo a mis compañeros. Y Daniel Veronese es argentino, no conoce a muchos actores españoles aunque cada vez más porque trabaja mucho aquí y se fía de mí. En teatro hacen falta buenos profesionales y buenas personas. El teatro es durísimo, así que tonterías, ninguna. Por eso, mis compañeros son magníficos actores y personas, y he trabajado anteriormente con ellos. El otro día me decía Silma, la única mujer, que le emociona el grupo que hemos formado y no se le va a olvidar en la vida. 

El teatro tendría que practicarse en la escuela, desde jovencitos. Principalmente, porque ayuda a curar tartamudeces, timideces, te enseña a mostrarte en público con normalidad y enseña disciplina. También aprendes a equivocarte y no pasa nada porque ocurra, a ser generoso con los fallos del otro al margen de enseñar quién era Chéjov. Sin embargo, en los colegios ponemos mejor un campo de fútbol para quien quiera ser Ronaldo.