Cuando se dice que Toledo es una caja de sorpresas no se exagera. Cada vez son más continuas las pruebas de ello en cuanto a la revelación de secretos que aporta su patrimonio. Después de que en las últimas fechas la ciudad haya sufrido las consecuencias de una DANA, las primeras horas tras la misma el río Tajo experimentó una gran crecida de su caudal. Sin embargo, la rotura del azud de Santa Ana, la presa ubicada junto al puente San Martín, ha cambiado la morfología del cauce toledano.
Esta situación se ha traducido en una bajada del caudal del río a su paso por Toledo. Esto no quiere decir que se haya perdido agua, sino que se ha reubicado por así decirlo. En cualquier caso, esa bajada del nivel o restructuración del cauce ha traído cambios en el paisaje habitual del río.
Uno de los cambios más llamativos para el ojo humano es la presencia de una lengua de rocas a poco metros de los Molinos de Daicán, nada que ver con otras lenguas de sedimentos que han aparecido arrastradas por la corriente como en la presa de Safont o en el 'Cabo del Bú'. En este caso, los restos que han salido a flote se corresponden con «un azud medieval», como certifica Eduardo Sánchez Butragueño, director general de la Real Fundación de Toledo.
Fotografía de Jean Andrieu en 1868 en la que se aprecia el azud. - Foto: Cedida por Toledo OlvidadoEs más, el licenciado en Ciencias Ambientales señala que se trata del azud de los Molinos de la Vieja, que hacía décadas que no superaban el nivel del río. Sánchez Butragueño se dirige al año 1948 como una de las últimas veces en las que su hemeroteca tiene constancia de ello, saliendo el azud a flote como consecuencia de la sequía que se vivía en aquella época. En las imágenes de dicho año «el azud ya se ve roto por la mitad, como ha aparecido ahora», puntualiza el experto.
Eduardo Sánchez Butragueño también ha aportado una imagen del fotógrafo francés Jean Andrieu en el año 1868 en la que se aprecia el azud dañado pero casi al completo, extendiéndose de una orilla a otra del río. Al respecto de la misma, el director general de la Real Fundación de Toledo señala que en esa época se aprecia el azud «pese a que el agua iba más alta que ahora».
De la misma manera que la bajada del nivel del agua ha traído a la superficie el azud de los Molinos de la Vieja, también ha mostrado otros restos de rocas o pequeñas orillas en las márgenes del río, lo que da la sensación de aún menor cantidad de caudal.
Además, los Molinos de Daicán, como se cita previamente muy próximos a los recién sacados a flote, suelen estar habitualmente a la vista de todos los toledanos, pero la bajada del nivel ha permitido ver aún más detalles de los mismos, como determina la marca del agua en las rocas que los componen.