La lucha por quitarse el tacón

Sagrario Ortega (EFE)
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Hace 50 años que Córdoba se convirtió en la primera ciudad de España en tener mujeres regulando el tráfico en la Policía Local

La lucha por quitarse el tacón

Los conductores se estampaban con sus coches cuando las veían, creían que eran azafatas en mitad de la calle. Pero no. Eran las 10 mujeres que, ataviadas con tacón y falda, comenzaron a regular el tráfico en Córdoba, el primer municipio español que hace ahora 50 años se atrevió a convocar plazas para ellas en la Policía Local.

Fue el 27 de abril de 1970. Delfina Tapia, su hermana Lola y otras ocho chicas más se incorporaron a la Policía Local cordobesa. Habían superado las pruebas del Ayuntamiento de la ciudad, destinadas solo a féminas. Las plazas para hombres se convocaban aparte. Eran otros tiempos.

Ha pasado medios siglo y, aunque parezca mucho, lo cierto es que la mujer se unió tarde a estos cuerpos, sobre todo si se tiene en cuenta que algunas policías locales se crearon hace ya dos siglos.

A la iniciativa pionera de Córdoba le siguieron Madrid y Valladolid. En la capital, según datos facilitados por este cuerpo, la plantilla actual es de unos 5.600 agentes, de los que un 12,4 por ciento son mujeres. Una proporción similar a la de Valladolid, una ciudad que vio patrullar a la mujer en sus calles en 1972. Con sus más de 400 agentes desplegados en la actualidad, representan el 13 por ciento.

Delfi, como la conoce todo el mundo, y Lola son hijas de un guardia civil. Desde pequeñas vieron uniformes en casa y no se lo pensaron dos veces cuando se enteraron de que se convocaban plazas para mujeres en la Policía Local de Córdoba. Tenían 21 y 25 años, respectivamente.

«Fue una época muy bonita», recuerda Delfi, la pequeña de las dos, explicando que sus primeras funciones tenían que ver con la vigilancia del cumplimiento de las ordenanzas municipales, desde el tráfico a los mercados.

Al principio, los ciudadanos se sorprendían al verlas. Con su indumentaria -falda y tacón-, más de uno creyó que eran azafatas y sorprendidos por su presencia en las calles, otros tantos «se estamparon» con el coche, relata.

Precisamente, esta policía ya jubilada hizo de modelo y desfiló ante el Pleno del Ayuntamiento con tres trajes distintos -uno de falda pantalón, otro de falda recta...- para que decidieran cuál sería el oficial de las mujeres. Delfi lamenta que no se hayan conservado.

Embarazada de cinco meses, esta agente regulaba el tráfico en un punto entonces conflictivo de la ciudad andaluza. «Era un caos. Me mareaba con tanto coche circulando desde distintas calles», relata.

Ya con dos hijos, se fue de excedencia y cuando quiso volver la «política», como ella dice, le puso problemas. Palos en las ruedas que finalmente resolvió la Justicia.

Mientras, las mujeres del cuerpo lucharon por desterrar del uniforme el tacón y la falda, pero también por poder realizar las mismas funciones que sus compañeros: subirse en las motos y en los coches patrulla. En estos últimos desempeñó Delfi su labor durante 11 años, ayudó a los ciudadanos en la calle y asistió a mujeres maltratadas. En la sala del 092 se jubiló. Fue el único puesto donde coincidió con su hermana.

Vivió el machismo, dice. Pero también los celos de las mujeres de sus compañeros, que no querían que sus maridos patrullaran con ellas. Afortunadamente, afirma orgullosa, «nuestros maridos confiaban en nosotras».

Paloma Rodríguez es oficial, y en su mochila carga con 39 años de servicio en la Policía Local de Cádiz a falta de un mes para jubilarse. «Mi trabajo me encanta. Es precioso». Y lo avala con este dato: «El 90 por ciento consiste en ayudar a los demás». Ella lo ha hecho porque, como sostiene, «siempre he procurado solucionar el problema del ciudadano y no mandarle de ventanilla en ventanilla».

Rodríguez atribuye a la falta de conciliación y a la turnicidad que el porcentaje de mujeres en el cuerpo aún sea bajo. Y lo lamenta, porque las policías aportan muchas cosas. «Somos más de consenso, más reposadas, más de hablar con las personas», enfatiza.

Ingresó en el cuerpo el 1 de octubre de 1981, pero hasta febrero del año siguiente no tuvo uniforme. Sus compañeros mayores la recibieron bien, querían protegerla. «Nos enseñaron mucho». Por el contrario, los más jóvenes tuvieron actitudes más machistas, añade.

Tuvo que pelearse para poder conducir los patrulleros. Las mujeres lo tenían prohibido, pero ella comenzó a manejarlos por la noche y logró que se les autorizara.

Ante los recelos de los hombres del cuerpo, formaron un grupo de cuatro mujeres para patrullar: «Decían que nos tiraríamos de los pelos, pero no hubo problemas».

Rodríguez ascendió, tuvo que escuchar de algún compañero que a él no le daría órdenes y lloró a escondidas, pero consiguió el respeto de todos. 

 

Zancadillas

Lo dice Julia González, jefa de la Policía Local de Valladolid desde hace seis años y la primera en dirigir este cuerpo en una capital de provincia.

También vivió la etapa del tacón, sufrió el machismo de algunos compañeros y las zancadillas de otros a los que ahora dirige y superó los obstáculos que se le pusieron por ser mujer para evitar que consiguiera los puntos necesarios para el ascenso.

Pero a González no la paró nadie. Retomó la carrera de Derecho que dejó aparcada para presentarse al cuerpo e hizo varios máster. Y, sobre todo, ejerció su profesión en las áreas operativas, se subió a las motos aguantando bromas y desterró la idea de que las mujeres solo podían estar en la oficina.

«Opositar y opositar» hasta llegar a los escalafones más altos, es lo que ella ha conseguido y confía logren más mujeres como ella.