Avalancha

Antonio Pérez Henares
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Los puertos de Canarias hierven con la llegada de miles de migrantes ante la aquiescencia de los gobernantes que no les impiden entrar en nuestro país

Avalancha - Foto: Quique Curbelo

Supongo que Producciones Redondo-Moncloa no tiene previsto enviar sus cámaras acompañadas de bandas de música para recibir las pateras que llegan a decenas y a cientos, y miles esperan para zarpar en las costas africanas, como hizo aquella vez al principio del sanchismo y de su ascenso a visir cuando nos trajimos un barco desde Grecia o por ahí. Esta vez, la maquinaria propagandística gubernamental lo que quiere es que no salga ni una imagen. Como sea, hay que tapar esa avalancha, que la gente no se empiece a preguntar y menos aún que le dé por pensar.

Pero ahí están, llegan eufóricos, conseguido el objetivo y a la llamada de que una vez puesto aquí el pie, ya lo tienen todo resuelto. España ha de mantenerlos y alojarlos, los hay, y no pocos, hasta en hoteles de lujo. ¿Cómo no van a venir?

La pandemia y la penosa situación económica y laboral con ellos no va. Y a las pruebas me remito, lejos de frenarlos vienen más, vienen a miles, la entrada ilegal en Canarias se ha multiplicado por 10 y se acerca ya a los 20.000, de ellos, la mayoría estos últimos meses. No es su problema. Esa es cosa de los trabajadores y empresarios españoles que viven en la angustia o han sucumbido ya al desastre y han tenido que cerrar, despedir y quedarse sin trabajo. A ellos, les basta con hacer el viaje.

Las imágenes que no podemos ver comienzan en la costa frente a Canarias. Allí los puertos hierven. Se han construido miles de pateras, ya no cayucos, sino embarcaciones de mayor fuste, de altas bordas, levantadas quillas, pintadas de alegres colores con cabida para mayor número de pasajeros y para las que atravesar hasta su destino en las islas es coser y cantar teniendo en cuenta el estado del mar. Las fotos de los barcos nuevos, reluciente la pintura, perfectamente alineadas, prestos para embarcar y partir no dan lugar a la duda. Se han preparado, han organizado la invasión (¿me pueden decir de qué otra forma puedo llamarlo?) y nadie les ha puesto problema alguno ni al salir ni al entrar. Porque está claro que en su lugares de origen si se mueve un dedo es para poner más barcos en la playa y sus gobiernos más que controlar lo que hacen es alentar la migración.

¿Y aquí? Pues ya ven. De brazos cruzados, primero, y escoltándolos después. Simplemente, llegan y se les recibe. Y aquí se quedan. Sin más. Bueno sí, que todos deben ser atendidos a costa del Estado, o sea, nuestra. Por ahora, el récord en Canarias está en 600 migrantes en un solo día, pero pronto será aún mayor. Y uno se hace las preguntas sencillas, esas que parece no quererse hacer y aún menos contestar. ¿Y eso por qué? ¿Por qué si se sabe que en las costas y en esos países se está preparando esa verdadera invasión, con la aquiescencia de sus gobernantes, no hacemos nada? Y bueno, allí, quizás, sea más difícil, ¿pero por qué tenemos que dejarlos sí o sí que entren en nuestro país? ¿Por qué no les hacemos volver por el camino que han traído? ¿Por qué esa flota, ya vienen en pequeñas flotillas, no son obligadas a hacer el camino de vuelta? ¿Y si en vez de 20.000 vienen 200.000? Pues sepan que en África hay no esos sino muchos millones que están en esa intención. Entonces, ¿qué? ¿También los dejamos a todos desembarcar? Supongo que habrá muchas explicaciones legales pero así, de inicio, no puede entenderse que directamente tengamos que aceptar que nos invadan sin más. ¿O sí?

La ‘cara b’

Quizás es que sea así, que sí, que tenemos que dejar entrar a todos, aunque ni siquiera haya trabajo para los que están aquí y que, además, tenemos que atenderles y proveer por ellos. Eso es lo que, en realidad, dice y ha dicho siempre, es su ideología y su política, la cara B del Gobierno, Podemos, que es ahora quien dirige la orquesta y a la que el PSOE, una vez más, acepta como sudoctrina. Ya ven a Marlaska. Lo que hizo en Ceuta y Melilla y lo que ahora está haciendo aquí. Para qué van a saltar la valla, aunque hayan quitado las concertinas si es tan fácil y mucho mejor llegar a Canarias.

El buenismo es la receta a aplicar que ya, de postre, puede completarse con otorgarles a todos los que han entrado ilegalmente la legalidad como premio precisamente por haberla violado. El paso que supongo ya estará rondando por allí es el de «papeles para todos» que ya se puso en marcha la anterior vez que el PSOE gobernó y esta, con la extrema izquierda en la cama, tendrá que ser aún mayor.

No habrá cámaras, tan solo se escapará la información por algún rincón, pero el problema está ahí, aunque sea Canarias y no Madrid. Al final, lo será de todos lados. Y más. Miren: la avalancha migratoria sobre Europa, tanto en sí misma como en las consecuencias que después produce, es el mejor caldo de cultivo para fortalecer el nacionalismo y los partidos populistas de derechas. 

Lo sucedido en Francia, Hungría, Italia y en tantos sitios debería hacer reflexionar. No es una cuestión de xenofobia ni racismo, la población española no lo ha sido nunca. Con gritar eso, por ejemplo, a mí por haber escrito lo anterior, ¿se soluciona lo que empieza a asomar como respuesta? Pues no. Para nada. Porque esas preguntas simples y sencillas son las que se hacen cada vez más los españoles y las que se van a hacer todavía más enfadados los que han perdido o van a perder su trabajo. Porque aunque Producciones Rendondo-Moncloa no ponga esa película por sus televisiones la gente se terminará por enterar. Y las abigarradas formaciones de embarcaciones alineadas en las playas africanas, prestas para zarpar, como poco y hay por qué, son de preocupar.