82.500 firmas por una vivienda para Miguel

J. Monroy
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Han entregado en el palacio de Fuensalida 82.500 firmas acompañadas de una carta a Emiliano García-Page en la que le cuentan la situación de este toledano con discapacidad que vive desde hace meses en las orillas del Tajo

Los amigos de Miguel confían en la nueva Bienestar Social - Foto: David Pérez

Muy pronto Miguel va a cumplir trece meses viviendo en el río con sus perros, y a pesar de que se siente muy arropado por sus amigos, como contraposición observa con pesar la indiferencia de las administraciones a las que está pidiendo un techo para dormir. Esta mañana sus amigos entregaban en la sede de la Presidencia de Castilla-La Mancha 82.500 firmas recogidas en petición de una vivienda para Miguel. Las acompañaba una carta dirigida a Emiliano García-Page en la que se resume la situación de este vecino del Casco, que a pesar de su discapacidad, lleva más de un año en la calle, donde ha pasado por la pandemia y el temporal Filomena, incluida una semana aislado.

Su petición, apuntaba Álex Hebraíl, promotor de la recogida, es que en el menor tiempo posible pueda haber una solución habitacional para Miguel. «Todos somos Miguel» constaba en las camisetas de los suyos, acompañadas de dos pancartas. Hebraíl expresaba su confianza de que con la nueva consejera de Bienestar Social, Bárbara García, retome el expediente de Miguel «y por lo menos se ponga con el tema y cambie la situación de este hombre, porque Aurelia Sánchez, ni por asomo, ni una llamada, ni contestar un correo».

Pocas respuestas. Porque en este año, Miguel poco ha cambiado su situación, «no tengo respuesta de los Servicios Sociales, ni de nadie», comentaba él mismo. Ya se ha registrado todo tipo de solicitudes, pero sigue esperando. Solo ha habido dos cambios en su vida: sus amigos le han proporcionado una tienda de campaña mayor, y al recibir la ayuda de emergencia social, ha podido descontar 1.200 euros de la deuda por el entierro de su mujer. Ya solo le queda por pagar cinco meses a razón de cincuenta euros, que se descuentan de su pensión de casi cuatrocientos.

Pero ninguna institución, insiste Miguel, le ha llegado a ofrecer vivienda alguna, como está solicitando. Lo único que le han puesto sobre la mesa es que se vaya al albergue, sin sus perros, que son su familia. La respuesta ha sido siempre que «no hay soluciones habitacionales».

Él no lo entiende así. Es capaz, afirma, de enseñar a Emiliano García-Page y a Milagros Tolón gran número de viviendas vacías, «que están usando para viviendas turísticas, que es lo que están haciendo ahora, nos están echando del Casco para hacer pisos turísticos; hay más pisos turísticos que ciudadanos». Se dirige a ellos para pedirles que «entiendan la situación en la que estoy y que no estoy pidiendo un palacio, sino un techo». Hebraíl destaca la dignidad de Miguel «que lo más fácil es que hubiera pegado una patada a una puerta y se hubiera metido de okupa». Eso, apunta, lo deberían tener en cuenta las administraciones.

Hasta que todo llegue, Miguel sigue viviendo en el río, en compañía de sus perros y los pájaros, sin más luz que la que le proporciona un grupo solar, comiendo cada día latas y desayunando su café soluble. Echa mucho de menos tener una cocina.