A veces mirar atrás es la mejor forma de mirarnos a nosotros

Leticia G. Colao
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Juan Diego Botto se ha metido en la piel del poeta Federico García Lorca en 'Una noche sin luna', que mañana llega al Palenque. Con textos propios y dirigida por Sergio Peris Mencheta, es ya una de las grandes revelaciones de la temporada teatral.

A veces mirar atrás es la mejor forma de mirarnos a nosotros - Foto: Marcos GPunto

Compleja tarea la de interpretar a Federico García Lorca, ¿cómo ha sido el proceso de devolverle a la vida?

Para mí todo un reto, la verdad. Llevo muchos años con la imagen de Lorca presente, yo empecé a leerle muy jovencito, con 13 o 14 años y es un poeta que me ha fascinado. Sabes que cada todo el mundo tiene a su Lorca en la cabeza, cada uno se imagina a Federico de una manera, ha habido muchas imágenes, muchas películas, mucha literatura alrededor de Federico, y sabes que a alguien vas a decepcionar seguro. Por otra parte como  partíamos ya de esa base, sabíamos que podíamos tomarnos cualquier licencia.

No existe de Federico más que fotos, pero no hay registro de su voz ni imágenes en movimiento prácticamente, eso nos permite imaginarnos el Federico que quisiéramos, y eso hemos hecho, desde el mayor de los respetos y la mayor admiración.

Como se pregunta en la obra... ¿tiene sentido hablar ahora de García Lorca?

Sí, por un lado creo que siempre tiene sentido, porque posiblemente es uno de nuestros mejores poetas y dramaturgos, con lo cual su obra en sí ya merece la pena que siempre estemos revisitándolo. Pero a mí lo que me pasó es que encontré en su biografía, en su vida, en la propia figura de Federico, en las decisiones que él tomó en los últimos años que le tocó vivir, una suerte de resonancia, de ecos, como un juego de espejos que sonaba de una forma muy vibrante en nuestra actualidad. Había cosas que cuando las veías te daba la sensación de que eso podía estar pasando perfectamente hoy.

A él le tocó vivir momentos de enorme cambio, de encrucijada social y nosotros estamos también viviendo momentos de cambio. Había en las decisiones que él tomó, políticas, sociales, culturales, estéticas, teatrales... cosas que daba la sensación de que estaban de alguna manera interpelándonos a nuestra actualidad. Y pensé, quizá es la mejor manera de hablar de nosotros mismos ahora. Esa es casi la voluntad de la pieza, hacer no tanto una cosa arqueológica de mirar para atrás por mirar para atrás sino entender que a veces mirar para atrás es la mejor manera de mirarnos a nosotros.

¿Qué diría el poeta de nuestra realidad actual, de la sociedad, se sorprendería o vería ciertas similitudes?

Se sorprendería, creo que todos fantaseamos con que dentro de 100 años las cosas estén mucho mejor, y él no era una excepción. Evidentemente hay cosas que han mejorado mucho en nuestra sociedad, que estoy seguro que a Lorca le gustaría ver, la libertad que tienen las personas para escoger a quien amar, es algo que sin duda le hubiera gustado poder conocer. Fue un hecho importante en su vida, las limitaciones que él tenía de poder estar con otros hombres y amar a quien quisiera. Eso es algo que ha ido a mejor.

Por otro lado, las dificultades del mundo de la cultura y las libertades en general, quizá es algo que le gustaría ver menos.

Han sido tres años los que ha estado preparando este texto, ¿Cuánto ha aprendido de García Lorca?

Ha sido un  proceso muy bonito porque ha implicado muchísima lectura, muchísimo trabajo sobre la obra de Lorca, las distintas biografías que se han publicado de él y he tenido la suerte de poder conversar con gente muy conocedora de su obra, ha sido muy enriquecedor. Como había que ser muy riguroso porque estoy hablando de alguien  que existió y sobre lo que hay mucho publicado, hilvanar todas estas anécdotas de la vida de Lorca, con fragmentos de su trabajo, en una dramaturgia que tuviera ritmo, sentido del humor, que pudiera emocionar... ha hecho del proceso una cosa compleja y larga.

¿Qué es lo más curioso que ha conocido del poeta en este tiempo?

Así como curiosidad ha habido unas cuantas cosas que yo no sabía. Por ejemplo, él era muy mal estudiante, fue un estudiante muy mediocre, su madre era maestra y lo mandó un verano a una academia para reforzar sus matemáticas. En la academia le llamaban Federica, se ve que debía tener un cierto amaneramiento que hacía que sus compañeros le llamaran así.Me hizo pensar que eso del bullying, que da la sensación que es algo que hubiera nacido hace poco, existe de toda la vida.

¿Es cierto que la noche que le fusilaron era una noche sin luna?

En una de las biografías, en la de Ian Gibson, él cuenta que sí, entiendo que no es difícil de calcular, es relativamente fácil saber cómo estaba la luna el 18 de agosto del 36. Parece que sí, que la noche en que le fusilan no había luna. Me llamó mucho la atención, porque siendo Lorca un poeta tan lunero, un  poeta  que menciona la luna tanto en su poesía, tan característica de su poesía..., yo me lo imaginé mirando la noche, buscando la luna, como el poema infantil que él tiene, que la luna vino a la fragua/ con su polisón de nardos/ El niño la mira, mira/ El niño la está mirando... que la luna bajara y se lo llevaba amablemente, pero eso no pudo ser.

En la obra se relatan capítulos históricos y datos de su vida, pero lo más importante son los pensamientos del autor, sus emociones, sus convicciones... ¿Cómo ha logrado meterse de lleno y tan intensamente en un personaje tan sensacional de nuestra historia y precisamente por ello, tan complejo?

He intentado desde el mayor de los respetos imaginar cómo podía ser su voz, sus pensamientos, cómo expresaría él aquellas emociones, tratar de dar cuerpo a esa emotividad que tenía Lorca y tratar de hacer un homenaje a un poeta al que yo admiro tanto, y con él a todo una generación  que dio lo mejor de sí mismo por hacer que España fuera un país mejor.

‘Una noche sin luna’ es García Lorca y es Juan Diego Botto, pero la puesta en escena también tiene mucho que decir, le arropa y le acompaña sobre el escenario.

Sí, como éramos conscientes de que teníamos un monólogo y cuando dices monólogo la gente se va a algo más íntimo, más pequeño e incluso a veces largo y tedioso, queríamos construir un espacio que convirtiera el espectáculo en un gran espectáculo,  de mayor dimensión. Por eso el espacio va a adquiriendo mucha presencia. Arrancamos con un espacio prácticamente vacío y lo vamos construyendo o deconstruyendo y casi es un personaje más, es algo que  me va acompañando durante toda la función.

Lo mismo ocurre con las luces. Es una escenografía que podría haber sido construida en los años 30. Es muy bonita pero rudimentaria, lo que podía tener un espectáculo de la época o de La Barraca.

Sergio Peris-Mencheta es el director, ¿qué ha aportado él a una obra que está recibiendo unas críticas excelentes?

Ha aportado mucho. Nosotros hemos trabajando en un montaje anterior, ‘Un trozo invisible de este mundo’ y nos fue muy bien, y sobre todo nos entendimos muy bien. Cuando tuve la primera idea para hacer esta obra quedé con él, le conté el espectáculo y él ya tuvo alguna idea... por ejemplo yo estaba convencido de que la pieza era un espectáculo de dos actores, él desde el primer momento me dijo «esto es un monólogo». Escribí un montón de versiones siempre con dos actores y él me insistía en que era un monólogo. Finalmente, para que se callara, dije voy a hacer una versión como un monólogo para que veas que no funciona y me di cuenta de que él tenía razón. Efectivamente era mucho mejor la versión de un solo actor... te cuento esto porque la colaboración ha sido desde la escritura, él tiene una visión espacial y narrativa muy bonita, hay algo en lo que nos entendemos los dos muy bien, en el convencimiento de que un espectáculo puede ser lo que sea, pero su primera obligación es no ser aburrido. Él lo sigue a rajatabla y ha conseguido darle un ritmo y una intensidad a la función que se agradece.

Han logrado engrandecer la vuelta de la cultura y del teatro a los escenarios tras el confinamiento... ¿cómo ha sido este regreso con menos público y butacas vacías?

Ha sido intenso, porque hemos hecho funciones en horarios muy raros porque había toque de queda, funciones con limitaciones de aforo extremas, hemos actuado en teatros de 800 butacas para 30 personas... y es muy raro ver a todo el público con mascarillas, un montón de butacas vacías y pocos espectadores, a las 12 del mediodía, por ejemplo... pero lo importante creo que es que los teatros se han mantenido abiertos, aunque sea con enormes restricciones.

Las compañías hemos seguido girando, los espectáculos han seguido llegando y poco a poco cada vez hay más aforos, los teatros están más llenos y al ritmo de vacunación que vamos... espero que muy pronto podamos tener el 100 por cien.