Sonsoles Arnao

Tiempos de swing

Sonsoles Arnao


Tactofobia

04/10/2021

Un anciano solo en un hospital reclamaba una y otra vez que le mirasen la tensión. No había problemas con su presión arterial y la enfermera, ya cansada de acudir una y otra vez para atender su petición, le preguntó porque su insistencia, no le pasaba nada. El anciano le contestó que cada vez que le miraba la tensión le agarraba de su mano y eso le hacía sentir bien. Hay quien se ha acostumbrado e incluso ha agradecido las medidas de distanciamiento físico que ha prescrito la pandemia. Quien lleva mal eso de que su espacio sea invadido, un apretón de manos a un extraño o un par de besos al saludar. Hay quien se ha lanzado a recuperar todos los besos perdidos tras el levantamiento de las normas y la aparente vuelta a la normalidad. Y luego hay una mayoría que va por ahí haciendo cobras o recibiéndola, acercando brazo con precaución y manteniendo un cordón invisible de separación de metro y medio. No tocar, no abrazar, no besar. Las pautas culturales de nuestros saludos y nuestro contacto con extraños han sido modificadas en la era Covid-19, pero, ¿han llegado para quedarse? Probablemente no. Al menos no de manera radical. Se necesita mucho más tiempo para reconstruir lógicas del encuentro social y las formas de ocupación del espacio público que se han ido cimentando durante décadas.  Pero cierto es que el distanciamiento físico ya estaba alterándose con el auge de las relaciones tecnológicas.
En la era digital hemos sustituido el distanciamiento social físico por la hiperconectividad inmediata. Y entretanto eliminado el roce, sentir con el tacto y el olfato la cercanía de los cuerpos y la reacción que provoca en nosotros tocar o ser tocados. Estamos masivamente conectados pero eso no significa estar contactados. Veremos más a largo plazo cómo han afectado en nuestras relaciones interpersonales, tanto el miedo al contacto físico que algunas personas han adquirido en este periodo post pandémico, como la ausencia de estas pautas y modelos en niños y niñas que han normalizado la ausencia de besos y abrazos fuera del ámbito íntimo.  Los expertos hablan del síndrome neurológico ‘hambre de piel’ para señalar esa necesidad biológica del contacto físico en los seres humanos. Desde el punto de vista fisiológico se explica la generación de bienestar que supone la cercanía piel con piel como por ejemplo la disminución de cortisol y el aumento de oxitocina. Una es la hormona del estrés y la otra la que se genera en las relaciones sexuales, el parto o la lactancia. Es decir, en momentos de placer, bienestar y seguridad. Una caricia, un abrazo a ese amigo que hace tanto que no veías o un hombro donde llorar pueden alegrarte el día. Esto último, por cierto, se ha convertido en un suculento negocio en uno de los países con menos contacto físico entre extraños, alrededor de la figura del ikemeso. En Japón, las mujeres pueden alquilar un hombre ‘guapo’ por 60 u 80 dólares la hora para ayudarte a liberar la presión, el estrés y el llanto. Luego acarician tus mejillas, secan tus lágrimas y te dan un abrazo. Es posible que esto nos parezca algo muy alejado de nuestra cultura por mucho que la sociedad sin contacto pre y post pandémica haya intentado homogeneizarnos. Todo es posible. Yo no me he acostumbrado a la tactofobia y sí quiero recuperar los besos y abrazos que no he dado. Hoy, que la vida me regala un año más, es un buen día para ello. Si me veis, no voy a haceros la cobra.