El molino hidráulico ‘Pingazorras’ de La Puebla de Almoradiel ha protagonizado un singular viaje en los últimos cuatro años. Un incendio intencionado dañó la construcción una semana antes de la compra del Ayuntamiento. Se sumó a ello unas lluvias torrenciales en 2018 y 2019 que permitieron un hallazgo. Una investigación posterior hizo descubrir a los investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha unos grabados excepcionales en las paredes.

Ahora, con cargo a los Planes Provinciales de la Diputación, el Ayuntamiento de La Puebla de Almoradiel saca a licitación las obras de rehabilitación del molino hidráulico, el único conservado de los 14 que existieron en el término municipal a orillas del río Gigüela, tal y como explica a este diario el alcalde, Alberto Tostado. El presupuesto del proyecto es de 47.310,14 euros y alcanzará para la consolidación de la construcción, así como el acondicionamiento del tejado. Los trabajadores colocarán unas piezas de metacrilato para no dañar los grabados.

El plazo de licitación concluye el próximo día 19. «Esperemos que se haga lo más rápido posible. ‘Filomena’ ha dañado la cubierta», menciona al respecto el alcalde de La Puebla de Almoradiel, quien espera convertir el antiguo molino hidráulico en un centro de interpretación de estos ingenios que servían para abastecer al municipio y a la comarca.

Los trabajos de campo permitieron en 2019 sacar a la luz diferentes motivos entre los que destaca la presencia de varias cruces de brazos curvilíneos, muy populares en todas las regiones del norte de España, especialmente en el País Vasco donde son conocidas como ‘lauburu’, pero muy poco comunes en el resto de España.

De esta manera, a estos motivos se suman otros como cruces de calvario bajo templete, rosetas hexapétalas, flores de la vida, figuras humanas -grabadas y pintadas-, una representación esquemática de un molino de viento, numerales, fechas y representaciones animales.

Para la correcta documentación de las representaciones aparecidas, datadas entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XX, los investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha emplearon nuevas tecnologías que permiten digitalizar en 2D y 3D los símbolos y dibujos que se conservan en las paredes del molino, incluso aquellos que no son visibles para el ojo humano.