El Puente de Castilla-La Mancha, un hito de la ingeniería

Leticia G. Colao
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Sus 152 tirantes y 192 metros le alzan como el segundo puente atirantado más alto de España y el segundo de Europa. Es un alarde de la arquitectura nacional e internacional.

El Puente de Castilla-La Mancha, un hito de la ingeniería - Foto: Manu Reino

Su complejidad, su altura y diseño han convertido el Puente de Castilla-La Mancha en un hito de la ingeniería y la arquitectura, incluso mucho antes de su construcción. Sus 152 tirantas rojas, su vano único y sus 192 metros de altura, lo convierten en el puente más alto de España y el segundo de Europa, solo superado por el de Normandía, en Francia.

Se cumplen ahora 10 años de un símbolo que incluso ha modificado el clásico ‘skyline’ de Talavera y que puede percibirse casi desde cualquier punto de la ciudad.

La complejidad del puente atirantado, diseñado por el ingeniero Ramón Sánchez de León, del estudio Arquitectos Ingenieros Asociados S.A. (AIA), y ejecutado por la UTE Sacyr, Aglomancha y José Bárcenas, radica en su pilona central, levemente inclinada en un ángulo de 27 grados, en la tensión de sus tirantes y en una precisión en su construcción digna de los mejores especialistas.

El pilono, junto a los cables, es el elemento más singular. Se trata de un mástil único, esbelto y realizado en hormigón blanco de alta resistencia que se construyó ‘in situ’. La pilona, que roza los 200 metros, cuenta con un ascensor y un mirador en lo más alto que, a pesar de las previsiones, no ha podido disfrutarse como recurso turístico.

Los cables o tirantes rojos son otra seña de identidad de este alarde de innovación arquitectónica. Son 152 cables repartidos en 38 familias por cada plano, dos de ellos a cada lado de la carretera y los otros dos sujetados a los contrapesos traseros. Lo que en la lejanía se ve como un tirante fino, de cerca se transforma en un gran tubo repleto de más de un centenar de pequeños cables que se unen a la pilona a través de la célula metálica interna. El tirante más largo mide 404 metros.

El puente cuenta con una longitud de 36 metros de ancho y 729,88 de longitud, 318 metros en un único vano sobre el río Tajo, y los 410 restantes sobre la Isla del Molino.

Sin inauguración. La gran infraestructura se contruyó durante más de tres años y a pesar de su magnitud, no contó con una inauguración acorde. Fue María Luisa Araújo, consejera de Economía y Hacienda del Gobierno regional, entonces socialista, quien junto al alcalde José Francisco Rivas anunció la apertura al tráfico rodado y viandantes para el 31 de mayo -Día de Castilla-La Mancha- de 2011, poco después de unas elecciones locales y regionales que ganó el Partido Popular. Las dificultades de la Junta Electoral Central y algunas complicaciones técnicas, retrasaron una apertura que finalmente tuvo lugar en octubre.

Parte de este retraso fue culpa del desprendimiento de uno de los 152 cables anclados a la pilona. Afortunadamente, el puente estaba aún cerrado cuando, el 22 de junio de 2011 a las 8,10 horas de la mañana, un gran estruendo alertó a los trabajadores, que aún se encontraban en las casetas de obra antes de iniciar su jornada. La pieza salió volando unos 150 metros por el aire cayendo encima del terraplén. La tensión del tirante, que había superado dos pruebas de carga, y la fuerza al salir despedido provocó daños materiales en una de las farolas de la carretera y un quitamiedos.

La apertura a tráfico y viandantes, el 17 de octubre, se produjo sin ningún tipo de acto oficial. Flujo escaso de vehículos pero continuo y muchos curiosos fueron lo más destacado de la jornada.