Un mes torcido

J. M. Loeches
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Los nuevos gestores del CD Toledo han cumplido un mes desde su presentación en el que sus decisiones deportivas han cambiado el ánimo de un equipo que ha pasado de ser líder a situarse cuarto a ocho puntos del primero

El nuevo propietario (i), con Luis Jaime Puebla, director deportivo, y Joaquín Sánchez-Garrido, presidente - Foto: David Pérez

No hay fórmula mágica en el deporte, tampoco en el fútbol. Ya ha pasado un mes desde que el 4 de enero, los nuevos gestores del CD Toledo salieron a hacer oficial su desembarco. La mayoría de esas decisiones deportivas que se expusieron en público no han funcionado y el equipo ha pasado de ser líder a situarse cuarto a ocho puntos del primer clasificado. Está claro que no está todo perdido, pero ahora mismo, la moral de la plantilla se encuentra en el sótano.

Bajas

No tuvo que sonar a canto celestial que el director deportivo, Luis Jaime Puebla, dijese en rueda de prensa que eran necesarios unos cinco refuerzos. De hecho, alguno de los señalados se extrañó, como en el caso de Cifo, porque era titular para el entrenador. Del resto, poco se ha sabido, pero tener menos oportunidades justificaba su salida. Mención especial requiere Antonio, jugador con buen cartel que nunca terminó de rendir como se esperaba.

Refuerzos

Los jugadores son inteligentes y siempre quieren contar con los mejores en su equipo para ganar, eso nadie lo duda. Sin embargo, todas esas expectativas creadas por el desembarco de la nueva propiedad y el cambio de Puebla por Freitas, empezó a decaer cuando se fueron conociendo algunas de las caras nuevas. El primero que chirrió fue Nico Villafañe, sobre todo cuando Alejandro Jara, el nuevo propietario, aseveró que no vendría nadie de su agencia, Domenica Sports. El colmo llegó con el brasileño Rocha, cedido desde el Zamora CF para que se foguee. Eso es el Toledo, un esparrin. Encima, va y sale de titular en Cuenca por delante de tu canterano, el día que te dirigen los de la casa.

Rebaja de contratos

Las idas y venidas no ayudan. Tampoco le vamos a echar encima el mayor porcentaje del problema, pero, de entrada, no parecía buena idea remover un vestuario que estaba funcionado. El equipo estaba líder. Recuerden. De todas formas, sí que ha podido tener un componente de más peso que algunos futbolistas se hayan tenido que reducir el contrato. Es lícito, por supuesto, sobre todo por la supervivencia del club, pero tirar dardos al orgullo del jugador y al compromiso que había firmado meses atrás, es otra manera de echarse enemigos a la cara.

El entrenador

Lo de Roberto Aguirre ya es para hacérselo mirar. Depositan su confianza nada más aterrizar, como no podía ser de otra manera, pero da la sensación de que era solo de cara a la galería porque, al final, se han comportado con impaciencia y precipitación. Conseguir 1 punto de 9 posibles no es un motivo suficiente cuando alguno de los miembros del consejo de administración ha dicho públicamente que la imagen del equipo no ha sido mala, salvo en la segunda parte contra el CD Marchamalo.

Improvisación

¿Se puede cambiar algo de la noche a la mañana? La respuesta es no. Y menos cuando en tres días tienes otro encuentro, y, en otros tres, el siguiente. Eso, en una liga cortísima, a la que le restan solamente ocho jornadas para acabar. Y no sirve esa expresión manida de ‘hacer la cama’. No hay camas de 22. Y no parece un proceder compatible con una plantilla que ha tenido oportunidades casi al completo.

Roberto Aguirre es un técnico ecuánime y analítico. Encima, ha sabido manejar las cabezas con sabiduría. El vestuario (al menos en un gran porcentaje) estaba con él. Antes de Navidad les prometió tener vacaciones largas si ganaban los tres partidos. Y lo hicieron. La promesa iba más allá. Si lo hacían con una diferencia de tres goles, les invitaba a una comida. Estuvieron a punto (2-0 al Pedroñeras, 0-3 en Madridejos y 4-0 al Tarancón). No parece que sea mal rollo.

¿Transparencia?

Si algo iba a caracterizar a la nueva dirección, era no cometer los mismos errores que el anterior accionista, Jorge Berlanga. Los aficionados alimentaron un caldo de cultivo en contra del mexicano que se convirtió en insostenible ya durante 2020. No es para menos cuando su equipo se movía entre la mediocridad deportiva y la impotencia institucional por no volver cuanto antes a Segunda División B.

Es pronto para condenarles, pero no para juzgarles. La transparencia de la que alardeaban debe de estar escondida en algún lugar. Y se ha podido comprobar que ahora tampoco hay tanta accesibilidad como se alardeaba.