El mercado ecológico de Miguel en el río

J. Monroy
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Sus amigos van a proponer a los Servicios Sociales para que intercedan y que Miguel pueda ser el barquero del barco pasaje en la próxima concesión

El mercado ecológico de Miguel en el río - Foto: Yolanda Lancha

Ya le quedan pocos kilos, pero durante las últimas semanas los tomates ecológicos de Miguel han sido los protagonistas en la senda ecológica del Tajo, tanto que algunos turistas lo han grabado y se han llevado vídeos hasta México, Brasil y Estados Unidos.

Su trabajo le ha costado, pero el rincón en el que Miguel vive desde hace mes y medio de la senda no solo es un entorno limpio, sino también ecológico. Tras la creación del pequeño huerto que pudo hacer durante la primavera, este último mes, Miguel ha dado un paso más y ha comenzado a vender los tomates que ha cultivado a turistas y toledanos, todo aquel los quiera. De igual forma, ha ofrecido agua y cerveza frescas, lo que ha sido muy agradecido en un espacio sin tiendas. A cambio, apunta, apenas ha sacado dinero para el hielo (a falta de luz, mantiene la comida con  hielo y se gasta tres euros al día, cinco los fines de semana) y comer algo mejor.

Fue tras Filomena, cuando Miguel y sus amigos (sobre todo Álex) limpiaron la zona de árboles caídos y ramas rotas. Al principio, él las utilizaba para calentarse, pero le sobraban muchas. Así que al final las recicló para decorar las jardineras que con poliespán y la fértil tierra zona. Después puso los plantones de tomate, más algunas flores, albahaca y perejil.

El mercado ecológico de Miguel en el ríoEl mercado ecológico de Miguel en el río - Foto: Yolanda LanchaA partir de ahí, hay que regar las plantas y Miguel transporta doscientos litros de agua cada día con una carretilla desde una de las fuentes de la zona (la más cercana se la han cerrado). Para abonar, utiliza palomina y para tratar el pulgón, ortiga.

Ya solo le quedarán veinte kilos de tomates, pero Miguel reconoce que ha estado vendiendo con éxito durante los últimos dos meses, habrá vendido ochenta kilos y hay días en los que ha podido sacar veinte euros.

Miguel tiene plantados junto al río cuatro tipos de tomates, dos de raff, otro de pera y de bola. Son tomates muy dulces, presume, tanto que aún verdes algunos comienzan a rajarse. Cuando tenga que quitar las tomateras, ya buscará otras plantas.

El futuro. A la espera de que llegue el esperado techo para dormir, Miguel ya tiene asumido que va a pasar un segundo invierno junto al río. «Si es peor el verano, el calor», apunta. Si lo echaran, se cambiaría de espacio, pero en la misma zona.

Su amigo Álex Hebrail agradece la intervención de los asistentes sociales del Ayuntamiento, que están ayudando y tratando de buscar un trabajo para Miguel en los Planes de Empleo. En breve, va a presentarles una propuesta para que los Servicios Sociales intercedan y la siguiente empresa concesionaria contrate a Miguel como barquero de la barca pasaje.

No es la única visita municipal que recibe Miguel. Cada mañana muy temprano, apunta, se pasa por la zona la Policía, examinando cómo está todo, y le suele entregar un apercibimiento de que no puede ocupar la vía pública. No hay multas, pero él no quiere firmarlas.