Castillos de Toledo: Huerta de Valdecarábanos y Gálvez (XV)

José García Cano*
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La Orden de Calatrava construyó en el siglo XII un castillo en Huerta de Valdecarábanos que hoy no es más que una ruina. En Gálvez se llama 'los Castillos' a tres torres aisladas de lo que un día fue una misma estructura defensiva

Restos del castillos de Huerta de Valdecarábanos.

Huerta de Valdecarábanos poseyó un castillo fundado en el siglo XII por la Orden de Calatrava y según algunas fuentes por orden del maestre de Salvatierra don Martín Martínez, el mismo que otorgó fuero a la villa en diciembre de 1204. En el castillo residía el comendador, encontrando a un tal Martín Pérez como firmante del fuero de Zorita junto con don Martín de Siones, maestre de la orden. Su tipología se enmarca dentro de la arquitectura militar cristiana. Su conservación por parte de los caballeros de Calatrava fue buena hasta mediados del XVI, aunque en el mes de julio de 1539 el rey Carlos V vendió la fortaleza y la encomienda por la cantidad de 10.904.370 maravedíes a don fray García de Loaysa arzobispo de Sevilla e inquisidor, quien fundó también el mayorazgo de la villa de Huerta de Valdecarábanos, sucediéndole en el mismo su sobrino don Álvaro de Loaysa. Poseyó el castillo tres recintos, conservándose de la parte interna una torre cilíndrica y restos de cortinas, en mampostería y mortero de cal. Su puerta con arco de medio punto se situaba al sur, frente al pueblo. Posteriormente sus sucesores construyeron una casa señorial en la villa, dejando que el castillo se fuera deteriorando. En el año 1575 siendo señor de Huerta de Valdecarábanos don Luis Félix de Loaysa, el castillo no poseía ya ni armas ni munición, a excepción de algunas ballestas. En 1588 su propietaria era doña Catalina de Loaysa Manrique y en el siguiente siglo a su hijo don Álvaro, caballero de Alcántara y regidor de Talavera de la Reina. En el siglo XVIII y concretamente en 1725 pasaría por vía de herencias al conde de Fuensalida, aunque poco quedaba ya del antiguo castillo. Posteriormente sus señores fueron los condes de Salvatierra, estando el castillo sin puertas, «maderas ni techo». Continuó degradándose el edificio hasta que los últimos señores, los duques de Híjar lo vendieron a otro particular. A principios del siglo XX el Conde de Cedillo informaba que muchas de las piedras del mismo se habían usado para construir el nuevo cementerio. Otro ejemplo de castillo que no ha aguantado los vaivenes del tiempo.

Continuamos con el castillo de la localidad de Gálvez, aunque habitualmente se le denomina ‘los Castillos’, ya que se conservan tres torres aisladas, sin ninguna cortina de unión entre ellas, poseyendo posiblemente cuatro en un principio. Se encuentra a unos 3 km al noroeste de la localidad. Su datación llega hasta el siglo XIII, aunque desgraciadamente no conservamos muchos datos sobre su historia. Habitualmente se le compara constructivamente hablando, con el castillo de Peñaflor en Cuerva. Al ser construido con mampuestos pequeños, unidos con argamasa de cal y con barro y yeso en su interior, su estructura se vio debilitada, lo que aceleró su destrucción.

Estas tres torres aisaladas son los vestigios del castillo de Gálvez.
Estas tres torres aisaladas son los vestigios del castillo de Gálvez.
Los señores de Gálvez poseyeron dentro de la población una casa fuerte, en la que residirían habitualmente, abandonando muy probablemente el castillo que había servido de residencia, más que de bastión defensivo. Alrededor del año 1400 los señores de la villa eran don Pedro Suárez de Toledo y su esposa doña Juana de Guzmán, fundadores de la Casa de Gálvez, por gracia de Enrique III, en agradecimiento a sus servicios prestados a la Corona en las guerras con Portugal  y Granada. A finales del siglo XVI el señorío de Gálvez fue unido al condado de Montalbán por el matrimonio de doña Juana Suárez de Toledo con don Juan Pacheco, aunque poco después el hermano de doña Juana –don Juan Suárez de Toledo- pleiteó por su posesión ganando la titularidad ante los tribunales. Finalmente por sucesivas herencias el señorío pasó de nuevo a los condes de Montalbán, posteriormente a los duques de Uceda y finalmente al ducado de Frías, estando ya la fortaleza abandonada y sin ningún uso concreto.

*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.