La representativa soledad de la Primada

F.J.R.
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El monumento más visitado de Toledo mantiene sus puertas abiertas con todos los protocolos anti Covid-19, pero el escaso volumen de personas que lo visitan es el mejor indicador de la pésima situación del motor económico de la ciudad: el turismo

El silencio de la Catedral Primada se ha vuelto más marcado sin el murmullo de los turistas. - Foto: Yolanda Lancha

En 1226 Fernando III de Castilla colocó la primera piedra de la Catedral de Santa María de Toledo. Estaba llamada a ser la obra maestra del arte gótico español. Ahora, enfilando los 800 años de historia, ese título puede ser discutido por los expertos en patrimonio, pero lo que no tiene margen de duda es que se trata del monumento más visitado y el más representativo de una ciudad que es patrimonio de la humanidad.

Sus 72 bóvedas, recorridas por 88 columnas, han sido testigos mudos de la historia de Toledo. No es su primera pandemia. Otras más virulentas ha visto pasar. El enorme San Cristóbal pintado a la derecha de la Puerta de los Leones es la mejor prueba de que las epidemias mortales siempre han estado presentes. La tradición cuenta que la mera contemplación de esta imagen libraba de contraer la peste y otras plagas, y es por ello que en los templos de toda la península comenzaron a pintarse efigies del mártir. El tamaño del Cristobalón toledano obedece a ese aspecto, con la intención de que muchos fieles pudieran divisarlo a la vez sin llegar a saturar el templo. Pero los tiempos cambian, y sus virus también.

La llegada del Covid-19 ha sido un mazazo para todos. Ningún sector se ha visto a salvo de su tragedia, y la catedral Primada de España no ha sido una excepción. El cierre inicial por el confinamiento se salvó con la llegada de aquello que insisten en llamar ‘nueva normalidad’, un eufemismo que si algo deja claro es que ya nada volverá a ser igual. Al menos durante bastante tiempo.

Se han destruido vidas, ilusiones y puestos de trabajo; y muchos piensan que lo peor está aún por llegar. Es fácil abandonarse a la decepción, pero hay que seguir hacia adelante. Eso precisamente han pensado tanto el deán de la Catedral como su cabildo, y por ello no dudaron en mantener el culto incluso en los momentos más agrios de la pandemia. Con la retirada del confinamiento, la actividad turística del templo también se recuperó.

Las medidas de higiene han sido aplicadas con estricto rigor. Los vigilantes de la catedral parecen sacados de una película de ciencia ficción. Mascarillas en la cara y pantallas transparentes para proteger sus ojos. Los guantes y el ahora omnipresente gel hidroalcohólico completan el atrezo obligado de esta nueva normalidad. Extraña imagen ahora tan natural.

La seguridad para el visitante está garantizada, y lo cierto es que la seo Primada ha recuperado ya algunos de sus turistas. Curiosos, se mueven entre sus naves contemplando la grandeza de ocho siglos de acumulación artística, un regalo para los ojos y, en plena ola de calor insoportable, un momento de alivio. Los enormes muros de piedra garantizar el fresco. Si hay algún lugar en el Casco donde sentarse a descansar merezca la pena, es hoy sin duda la catedral.

El templo se descubre además es esta nueva etapa con nuevas facetas. Su silencio se ha vuelto más marcado sin el murmullo de los turistas, y su luz es ahora más pura sin el repentino fogonazo de un flash nunca permitido. La catedral se ha quedado un poco huérfana de visitantes, pero mantiene intacta su esencia sacra y de recogimiento. Su soledad, allí dentro, es casi reconfortante.

Pocas velas están encendidas en los lampadarios. Los fieles no acuden con tanta asiduidad, aunque sus plegarias se hayan visto aumentadas. Este año no se beberá de los botijos del pozo del claustro, pero la Virgen del Sagrario no se quedará sin su Octavario. No se dará a besar su manto, pero el espíritu de la celebración permanecerá intacto.

No queda otra. La misma catedral lo sabe de sobra. Tiene mucha experiencia. Son tiempos complicados, pero el reloj avanza. No se detiene y volverán momentos conspicuos. Ahora, mientras tanto, los que por sus naves transitan, deben tener muy en cuenta que la soledad personal es a veces un buen lugar para encontrarse, pero uno malo realmente malo para quedarse.