Miguel Ángel Collado

Alma Mater

Miguel Ángel Collado


Las puertas de Europa: una historia de Ucrania

04/04/2022

El 21 de marzo de 2014, a iniciativa de Putin la Asamblea Federal rusa declaró Crimea parte de Rusia, desconociendo la soberanía de Ucrania garantizada por el Memorándum de Budapest de 1994. En su discurso, el presidente ruso trató de justificar la decisión en argumentos históricos y culturales. En una entrevista hace pocos meses, Putin lamentaba la caída de la Unión Soviética, comparándola a la de la Rusia 'histórica' en cuanto que «lo que había sido construido en 1.000 años se ha perdido en gran parte» y, más claramente, en un artículo publicado el pasado julio titulado 'Sobre la unión histórica de rusos y ucranianos' había escrito que unos y otros son un pueblo que comparten un único espacio histórico y cultural por lo que el surgimiento de una frontera entre ellos había sido trágico.
Los vínculos entre Rusia y Ucrania se remontan al s. IX cuando Kiev se convirtió en la capital de la federación tribal de Rus, base de la identidad ucraniana, hasta que en 1249 a consecuencia de las invasiones de los mongoles el territorio ucraniano se repartió entre varias entidades, el reino polaco-lituano, el imperio otomano, los cosacos del Dnieper, Austria y el imperio ruso.  Por ello, Kiev considera Rus como la entidad fundacional de la nación ucraniana a diferencia de la rusa que habría nacido más al norte resultado de una mezcla de elementos eslavos y fino-bálticos. Con la revolución de 1917 se vive una época convulsa en que se proclama la independencia de la república de Ucrania que es finalmente integrada en la URSS de 1922 a 1991.
 El historiador Serhii Ploky publicó en 2015 un espléndido libro titulado The Gates of Europe: A History of Ukraine en el que explicaba el conflicto con Rusia afirmando que Ucrania se encontraba una vez más en el centro de una batalla de alcance global en una suerte de repetición de la historia. De acuerdo con la tesis del autor, más allá de la utilización interesada de argumentos históricos confluyen en el conflicto, ahora hay que decir en la invasión, al menos tres procesos paralelos que se remontan a épocas anteriores como son la aspiración de Moscú de restablecer el control político, económico y militar en el espacio dominado por los zares desde mediados del siglo XVII, la decantación de las identidades nacionales modernas de los pueblos que ocupaban la antigua Rus, como ucranianos y rusos  y la lucha por las líneas divisorias históricas y culturales que permiten considerarlo como una contienda entre Oriente y Occidente, Europa y Rusia. Es, por tanto, algo que trasciende al proyecto de construcción de una sola nación rusa no dividida y comprensiva de todos los eslavos orientales sobre la base de la lengua y la cultura rusas.
Frente a ello, el proyecto de construcción de la moderna nación de Ucrania, si bien situó en el centro la lengua y la cultura ucranianas, ha asumido el bilingüismo y el multiculturalismo como signo integrador de  personas de diversos orígenes étnicos y con una abrumadora mayoría cristiana desde que la profesara Volodymyr, padre del gran rey Yaroslav, llamado el Sabio, quien nos hace recordar a nuestro Alfonso X porque impulsó las traducciones, en este caso del griego al eslavo, a su influencia se atribuye la compilación conocida como la Justicia de Rus, bajo su reinado se escribió la primera Crónica de Kyiv, etc. En definitiva, si transcurrido casi un cuarto del siglo XXI se aspira a reformular las fronteras atendiendo a la etnia, se podrían desencadenar conflictos en muchas partes de Europa.