Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


La pólvora

13/09/2022

Al 13 de septiembre, en un lugar de La Mancha toledana, se le conoce como 'el día de la pólvora'. Uno de los más anhelados y esperados en la Villa. La llave que abre la puerta a la feria, y a los sueños de los niños. El de hoy, es el retrovisor por el que los mayores miran de reojo los recuerdos con olor a pirotecnia.
La pólvora avisa de su llegada en los calurosos meses de verano. En julio y en agosto, las verbenas y el santoral son su antesala. Los primarios cohetes que la preceden hacen de víspera y de aperitivo veraniego. Cohetes, o covetes, que tampoco pasa nada si se mentan con ese sustantivo tan manchego.
Blancos, de menor recorrido y menos estruendosos, los cohetes de verano acostumbran los oídos a lo que aguarda esta noche. De mecanismo más sencillo y rudimentario -con ignición tabaquera-, los cohetes dibujan el mapa del pueblo en el cielo manchego. Sus calles, sus plazas y sus iglesias cincelan el callejero local en el aire. La pólvora es un espejo en el cielo del callejero local, en el que explosionan ilusiones y recuerdos.
Hoy, decimotercer día del noveno mes de hogaño, el chupinazo manchego  se convierte en la obertura del nocturno concierto pirotécnico. También en el reloj con el que los más pequeños corren tras los gigantes y cabezudos. Con esa puntualidad artesanal, y ese pistoletazo en el aire, los mayores se rebuscan en los bolsillos para dar las ferias a los más monillos.
La pólvora ejerce de anfitriona y de reina ferial. Como en la primera cita, hay que acudir aseado y puntual, que la pólvora tiene hora y no hay que hacer esperar a tan gentil dama. Es la ajustada al calendario, y la que marca la banda municipal. Como preludio del calidoscopio pirotécnico, la música marca los primeros pasos de la feria, siempre fiel a sus paisanos.
La tradición manda y todo el mundo sabe ande congregarse. Más o menos, cerca de la vieja plaza de toros, orilla del viejo instituto y a mano del ferial. Un recinto casi vacío hasta que la pólvora no se extingue, y se escucha el último y colectivo 'oooooohhhh'. La pólvora convierte la noche en un cine de verano, con olor a churros y a pollo asado.
Todas las miradas en el cielo, aunque ninguna pólvora se parezca a otra. La imaginación, la pericia y el buen hacer de los pirotécnicos locales, hacen que cada año sea distinta. Aunque sea la misma.
Quizá ahí radique su encanto. La misma pólvora, en el mismo escenario, a la misma hora, pero sin parecerse una a otra. Diferente, pero igual año tras año. Fogonazos de pólvora en el cielo que marcan, por unos instantes, el paso del tiempo. Sólo cambian los espectadores.
Como la vida, la pólvora es otro de los relojes de la existencia. Otro calendario de la vida local. La de esta noche será distinta, pero repleta de recuerdos y de evocaciones pintadas en el cielo. Tan diferente e igual como la de todos los años, y tan esperada como la del año que viene.
 Siempre, en honor al Santísimo.