Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Así nos vemos

29/04/2021

La conciencia es un aspecto primordial de nuestra vida que nos dota de conocimiento sobre nuestra existencia, nuestros estados y nuestros actos. Algunos filósofos la asimilan a una película que se proyecta en nuestra mente conducida por un narrador -esa voz interior…- que aporta el pensamiento consciente.
Puede que no haya nada que nos ataña más, pero sigue siendo un fenómeno misterioso para el que todavía no hemos encontrado explicación. Hasta hace pocos años, por su naturaleza subjetiva, no parecía practicable una ciencia objetiva de la conciencia que encontrase las leyes de relación de la conciencia con un proceso fisiológico. Aunque la búsqueda de correlaciones entre ciertas áreas del cerebro y ciertos estados de conciencia ya había revelado la influencia de la experiencia consciente subjetiva en la actividad de esas áreas, pero no su razón.  ¿Por qué como los robots, simplemente, no procesamos la información de entrada y generamos otra de salida, sin que esa película interior de la conciencia acompañe al funcionamiento del cerebro?
Hay teorías que proponen la conciencia como un elemento más de las leyes fundamentales de la existencia y que la forma de encontrar su fundamento físico sería vincularla con la información. Así, donde quiera que se procese información, habría conciencia. Para propósitos éticos, más que la conciencia en sí, se consideraría su complejidad para no crear nuevos problemas morales por ejemplo si hay que apagar un sistema informático inteligente.
Los neurocientíficos exploran cómo es posible que la actividad conjunta de miles de millones de neuronas inconscientes genere personales y particulares experiencias conscientes. Anil Seth, dedicado a la investigación de la base cerebral de la conciencia, plantea algo inquietante partiendo de que al cerebro solo le llegan impulsos eléctricos relacionados indirectamente con el mundo y que, por tanto, lo que percibe son sus conjeturas al combinar la sensación con su expectativa o creencia previa de como es el mundo. Desde esa perspectiva, la experiencia de ser yo podría ser una percepción del cerebro construida con suposiciones, recuerdos, preceptos, tópicos o interacciones sociales, puesto que el mundo que experimentamos no solo lo percibimos de manera pasiva, sino que lo creamos en nuestro interior.
No se si todo esto sirve para explicar que los españoles tengamos peor imagen de nosotros mismos que la que tienen otros países sobre España. Según el último Barómetro sobre la Imagen de España del Real Instituto Elcano - elaborado mediante la aplicación de un cuestionario estructurado en Alemania, Italia, Francia, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, EEUU, China, Corea del Sur e India- nos ven como un país religioso y tradicional, democrático, fuerte, pacífico, trabajador, tolerante, honesto, solidario, que inspira confianza, más rico que pobre y más urbano que rural.
Nos perciben tradicionales por la variedad de fiestas populares y actos religiosos peculiares, admiran a nuestros deportistas y no tanto a nuestra economía y vida política, nos aprecian como destino turístico por nuestra gastronomía y nuestra forma de ser, pero, si se pide su preferencia, comprarían antes que en España vino en Francia, aceite o un traje de diseño en Italia y electrodomésticos en Alemania.