Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Gosvinta

01/03/2023

Hace unos días les hablé tangencialmente de ella, al contarles las aventuras y desventuras de sus hijas en la Francia merovingia y de su nieta, en la no menos agitada Hispania visigoda. Pero aquella reina de longeva vida, a la que también cantó el poeta Venancio Fortunato, merece un recuerdo especial, pues su figura fue clave en la vida política del Regnum Gothorum.
Si a algún personaje de la historia conviene el apelativo 'Dama de hierro' esa es Gosvinta. Nació hacia los años 525-530, en el seno de una familia perteneciente a la aristocracia visigoda. Su matrimonio con otro noble godo, Atanagildo, marcó su destino, ya que su esposo participó en una de las frecuentes conspiraciones que ensangrentaban la incipiente monarquía visigoda. En efecto, Atanagildo encabezó una sublevación contra el rey Agila, que acababa de ser derrotado por los cordobeses, que también se habían levantado contra el monarca. Esto llevó a Atanagildo a rebelarse en Sevilla, estallando una guerra civil entre él y los seguidores de Agila. Asesinado éste por sus propios partidarios, Atanagildo fue reconocido rey y una de sus medidas fue establecer la capitalidad de su reino en Toledo, sellando así el glorioso futuro de la ciudad. Aquí se estableció Gosvinta, participando activamente en la vida política del reino. Ya vimos como sus dos hijas fueron enviadas a las Galias, a sendos y dramáticos matrimonios con monarcas merovingios. Fortunato cantó los malos presentimientos de la reina, sumida en el llanto, cuando al marchar Galswinta de Toledo, se detuvieron en el puente los carros cargados de riquezas.
Tras la muerte de Atanagildo el 567, Gosvinta casó con Leovigildo, hermano del nuevo rey, Liuva, al que poco después sucedió como único monarca de los godos, tras ser asociado al trono. La reina destacó por su agudo sentido político, que la movió a buscar, a pesar de lo ocurrido con su hija, la alianza con el reino merovingio, culminando en el matrimonio de su nieta Ingunda con uno de los hijos de su esposo, Hermenegildo, nacido de su primera mujer. Otro rasgo de la soberana era su apego al arrianismo, la Fides gothica, considerada como elemento esencial del pueblo visigodo, lo que la condujo a un radical anticatolicismo. Esto conllevó el nacimiento de un dramático y brutal enfrentamiento con su nieta, quien, a su vez, influyó en su esposo para que se hiciera católico, lo que determinó el estallido de otra guerra civil, en la que Hermenegildo fue asesinado e Ingunda marchó al exilio.
El peso político de Gosvinta quedó de manifiesto cuando el nuevo rey, Recaredo, la reconoció como madre, lo que no fue obstáculo para que la anciana reina, que contaba unos setenta años, urdiera una conjura contra él al convertirse éste al catolicismo. Descubierta la conspiración, la crónica dice que Gosvinta «llegó al final de su vida». No es difícil suponer el modo.
Como ven, la historia visigoda es todo, menos aburrida.