Antonio Pérez Henares

PAISAJES Y PAISAJANES

Antonio Pérez Henares


Pueblos indefensos, delincuentes impunes

10/09/2021

Cada día que pasa, y ya va para año y medio, desde el que decidí darme una puerta del cenagal político-televisivo que se hace pasar por periodismo, no ha habido uno en que no me haya confirmado, aunque no sin algún inevitable picor pasajero, en la decisión tomada. Estrictamente personal y que tras 50 años de intenso ejercicio profesional entendí que me había ganado el derecho a tomar y sin que ello supusiera en absoluto el pretender dar lecciones a nadie. Simplemente, me dije basta, ya te vale y me puse a lo que quería llevar poniéndome mucho más en exclusiva: a mis quehaceres literarios.
En ello sigo y muy contento, pero el hecho de no aparecer por tertulias ni participar en el espectáculo tertulianesco donde ahora veo que hay una competencia terrible dado el tropel de políticos despeñados, que, como moscas, no sé si a la miel o a la otra cosa que van y que también empieza por m, acuden al festín, no me impide, sino que cada vez me anima más a ejercicios periodísticos que me resultan mucho más gratificantes y sanos para mi salud mental y ética.
Cada vez me importan menos las declarativas diarias de toda la orquesta de partidos, voceros y acólitos y tiendo a fijar mi atención en asunto que a ellos les parecen minúsculos y a lo que no dedican de un minuto de veras, aunque en ocasiones y si se tercia suelten al respecto la consigna aprendida. En este caso y por lo que voy a contarles llevaría implícito un lagrimeo por lo que han bautizado como España Vaciada y que les haría merecedores de cuando aparezcan por ella los que allí viven y aguantan a pesar de ellos les dieran un buen cocotazo.
Ha sucedido en Atienza –mi querida y hermosa villa medieval del norte de Guadalajara-, pero está pasando por todos los lados y por todos esos centenares de pueblos de escaso número de habitantes, pero también de algunos no tan pequeños, que los cuentan por miles. Lo que pasa de que les roban, pisotean y okupan y se sienten cada vez más indefensos. Tan indefensos como impunes se sienten los malhechores, que se les ríen en sus barbas y en las de la Guardia Civil si es que hay guardias de los que reírse.
Hablaba el otro día de que aprovechando hasta la pandemia los de la Monserga Vaciada lo que están vaciando son los pueblos de médicos. Y también de Guardia Civil, a lo que se empieza a saber. Algunos cuarteles han ido desapareciendo, pero en otros lo que no hay, al menos de continuo, son guardias.
Eso es lo que denunciaba el otro día Pedro Loranca, el alcalde de Atienza, después de una oleada de robos en su villa, donde con descaro continuo se ‘hicieron’ en dos días tres bares, una vivienda y una nave agrícola. Y eso que hay cuartel de la Guardia Civil en el pueblo. Sí, pero lo difícil es encontrar allí un guardia pues, en bastantes ocasiones, lo único que hay es en la puerta es un cartel con un número de teléfono. Que algo es algo. Y vamos a dejarlo claro, si hay culpa de alguien no es de la Benemérita ni de sus mandos, sino de quienes no les dotan ni de personal ni de medios. Lo de pagarles un salario equiparado a otros cuerpos con menor profesionalidad y preparación ya ni les cuento.
Las oleadas de robos en el mundo rural son ya y desde hace años una constante, parte de la vida misma. Las naves agrícolas, la maquinaria, los ganados y las casas y establecimientos son objetivos continuos y la sensación de indefensión ante ellos creciente. Este verano les ha tocado a los huertos de muchos lugares. Pero no para llevarse unos tomates, sino para cargar la furgoneta entera y no dejar ni las raspas. ¿Y saben ustedes lo que no les queda más remedio de decir a los guardias cuando reciben la denuncia? Pues trasladar honradamente que es más que difícil que puedan hacer algo. Y cuando lo hacen, que lo hacen cuando pueden, lo que viene a continuación lo que hace es aumentar la frustración de todos y aunque hayan pillado a una banda organizada responsable de cien fechorías. Que esa misma tarde están sueltos y tomándose una cerveza. Y yo por decirlo, verdad sabida, repetida, cronificada, ya soy todavía más facha.
Y hay miedo. En muchos de eso pueblos, donde antes no se cerraba la puerta, solo viven ahora unos pocos y muchos de edad avanzada. Miedo a lo que les puede pasar si se les vienen encima y miedo a lo que puedan hacer ellos. Por ejemplo, defenderse. Porque a lo que se ve y parece, es la víctima del asalto, del atraco, del robo o de la okupación es la que debe de tener cuidado con lo que hace. El asaltante, el atracador, el ladrón y el okupa tiene sino inmunidad si una impunidad demostrada en miles de casos. Y a favor casi todo. Las tertulias de la tele y la recua de políticos que a falta de hacer la revolución hacen caja, los primeros.