Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Desconcierto

19/07/2021

Una y otra vez las tormentas perfectas se abaten sobre España y, de seguir a este paso, pronto estaremos en condiciones de proclamar el viejo dicho de ‘entre todos la mataron y ella sola se murió’. El desbarajuste se agranda y amenaza con engullirnos a todos. En sentir general es de desconcierto y ya ni siquiera los viejos abstencionistas (esos que, por sistema, pasan de todo) pueden estar tranquilos, ya que el día menos pensado se les presenta un hijo, una hija, un nieto, una nieta y les dice que se ha infestado con el Covid y que, a lo peor, lo ha contagiado pese a estar vacunado.
En este caos en que nos movemos, únicamente tienen motivos parar sentirse satisfechos los buitres carroñeros de siempre (esos que se mueven en las aguas pútridas; cuanto más pútridas, más sustancia), las compañías eléctricas (que engordan a ojos vistas sin que nadie les ponga freno a su avidez, y más aún ahora que se anuncia el progresivo final de los vehículos de gasolina y gasoil y la imparable ascensión del vehículo eléctrico) y los fabricantes de ordenadores que, con el cuento de digitalizar los centros educativos, ven los cielos abiertos, esperando con ansias los millones de euros de Europa.
Todo lo demás parece sumido en una bruma incontrolable, donde unos a otros se tiran los trastos sin orden ni concierto. A este respecto, los últimos días vividos en el seno del gobierno de Pedro Sánchez son para olvidar, con defenestrados que nadie se esperaba y con un presidente al borde del ataque de nervios (las salidas del Gobierno de Carmen Calvo, José Luis Ábalos, y el hasta anteayer poderoso valido Iván Redondo, han hecho correr ríos de tinta, con rasgos shakesperianos, permitiéndonos ver con claridad meridiana el grado hediondo que está alcanzando la política. ¡Que Dios nos libre!). Y, como siempre, las autonomías puestas en pie de guerra, acaso más que nunca, viendo cómo, por culpa de una política misérrima, de la noche a la mañana se ha originado una quinta ola de Covid que amenaza con poner fin a las esperanzas de recuperación puestas por los hosteleros y las compañías turísticas. Lo de los viajes de fin de curso a Mallorca no se le ocurre ni al que asó la manteca (¿y para eso ese enjambre de asesores y consejeros áulicos?). Y, por si faltaba algo, el  poder judicial, soliviantado desde la puesta en libertad de los presos catalanes, y que, sacando las garras, va a por Sánchez de todas todas. Lo de declarar inconstitucional, casi año y medio más tarde, el estado de Alarma, por parte del Tribunal Constitucional, por seis votos contra cinco, con todo lo que eso conlleva (multas, sanciones, etc.), clama a Júpiter, y muestra hasta qué punto el rumor de las togas sustituye al de las espadas y al del incienso; todo con tal de dañar a un Gobierno en el que muy pocos creen, y aún menos los próximos a la jubilación y hasta los propios jubilados, que no acaban de ver las cosas claras.
La lucha sin cuartel a la que asistimos, instigada, de forma interesada, no lo olvidemos, por la derecha de Casado y la extrema derecha de Abascal, tiene como objeto hacerse con el poder, así, por las buenas. La obsesión de ambos es clara y contundente: obligar a Sánchez a salir de La Moncloa. Pero ¿creen, acaso, que el pueblo es manejable hasta el punto de creer que ellos gobernarían mejor? ¿Qué muestras de cordura y de estadista ha ofrecido hasta el presente el señor Casado? Y ahí es donde a todos nos duele, al darnos cuenta de que no hay más cera que la que arde.
La campaña lanzada por parte de esta poderosa derecha contra Sánchez –que en muchos aspectos se lo ha puesto a huevo– no tiene parangón en unos tiempos modernos en el que ‘el todo vale’ campa a sus anchas, de ahí esa falta de respeto, de deferencia  y hasta de consideración por alguien que, quieras que no, ha sido elegido por la ciudadanía y, mal que bien, representa a España. No sé si Sánchez aguantará, pero si algo tiene que tener claro es que no le van a dar ni esto de tregua.