Miguel Ángel Sánchez

Querencias

Miguel Ángel Sánchez


Las cenizas de Doñana y Daimiel

14/04/2023

Los muertos no hablan. Sólo quedan las cenizas. Y no piden explicaciones. Ni las Tablas del Gigüela en Villarta, Herencia y Arenas, en la junta con el Záncara, el Córcoles y el Amarguillo y la retahíla de ojos y ojillos por los que manaba el agua acuífera; ni el Pantano de los Muleteros, en la junta del Córcoles con el Záncara. Ni las propias Tablas de Daimiel. Declaraba hace unos días el director de la estación biológica de Doñana, Eloy Revilla, que lo que viene sucediendo en el parque nacional y su entorno, con la extracción descontrolada de agua del subsuelo en su entorno «es como asar salchichas quemando cuadros de Picasso». Es decir, que para mantener una agricultura intensiva bajo plástico secamos la joya de Doñana, desaparecen los charcones y humedales, el agua deja de manar, y aquello se convierte en un desierto más. Como en lo que hemos convertido a la Mancha.
La Mancha era la gran joya natural de este país. Leyendo estos días a Ella Maillart y su descripción de los ríos que bajan desde el Tíbet y se enfrentan cara a cara con el Takla Makan en el Sinkiang chino, pensaba en el Alto Guadiana penetrando en la Mancha hasta que las fuerzas le daban, incluso llegando hasta el propio Záncara. A veces recorro los mapas antiguos y las fotos de los vuelos americanos de los años 50 del pasado siglo. Y comparo con las fotografías aéreas de hoy. Busco los encharcaderos, los manaderos, las tablas. No queda nada.
El mayor desastre ambiental de este país lo tenemos en La Mancha. Pero no queremos saber nada de ello. Miramos hacia otro lado. He cruzado a pie ojos del Guadiana, cenizas y polvo hasta las rodillas. He paseado junto a su vacío, la madre desventrada del Guadiana aguas abajo hasta el ya embalse de las Tablas de Daimiel. No hemos sido capaces de poner orden. Al contrario. Ya se da -palabrería aparte– por bueno el saqueo del acuífero, la barra libre de regadíos, la contaminación de los propios acuíferos... Se urge a los pueblos a enchufarse al trasvase del Tajo al Guadiana para liberar más «recursos» subterráneos para regadío. Y medio millar de científicos piden trasvases del Tajo a las Tablas. ¿Por qué no piden que se ponga orden sobre el acuífero, se limite la presión y se recuperen los niveles de agua de una vez por todas? Eso, creo, es políticamente incorrecto.
Hace años leí o me contó Miguel Méndez la historia de unos arrieros que transportaban códices desde Guadalupe a Toledo. Era invierno, y los serrijones de los Guadarranques y la Jara húmedos y fríos. Cada noche, para calentarse, echaban a la lumbre tres o cuatro de los pesados mamotretos. Miraban un instante los vivos colores de los miniados, las filigranas góticas, y al fuego. Ardían rápido. Hemos hecho y hacemos lo mismo hoy. Doñana es la última frontera. Pronto, con el parque seco, volverán las presiones para unir directamente Huelva y Cádiz. Total… Como aquí, en nuestra Mancha. ¿Para qué ya? Los muertos no hablan. Sólo quedan las cenizas.