Pilar Gil Adrados

Entre Encinas

Pilar Gil Adrados


Pescados, crustáceos y moluscos de interior

04/05/2023

Continuamente hablamos de las posibilidades que ofrece la acuicultura para proveernos de alimentación alternativa con la que reducir el déficit de productos del mar, favoreciendo, a su vez, la conservación de los ecosistemas marinos al evitar la sobrepesca. Pero, como suele suceder, para obtener de las buenas ideas el resultado práctico que predican, hay que emplear dedicación, esfuerzo e inteligencia.
Algo así como sucede con los derechos y libertades que proclama en abstracto la Constitución española.  Necesitan un desarrollo legislativo, para el que hay que aplicar inteligencia, esfuerzo, dedicación y, además, en este caso consenso, para que seamos capaces de saber cuál es alcance determinado y sus límites en relación con otros derechos de los demás, no ya tan abstractos.
España es el país de la UE con mayor producción de acuicultura, un 25,3 %. No en vano dispone de un litoral de 7.905 kilómetros, bañado por el Atlántico, el Mediterráneo y el Cantábrico, que discurre por 10 Comunidades Autónomas, 25 provincias y 428 municipios, donde se ubica la mayor parte de la acuicultura marina del país. Sin embargo, ya hay ejemplos de producción de animales marinos en el interior, como la cría de langostino, Penaeus vannamei, en Medina del Campo (Valladolid) gracias al empleo de tecnologías que han necesitado décadas de investigación
También es interesante la investigación sobre el cultivo del pulpo, al ser un recurso vulnerable y cuya posibilidad de pesca no puede abastecer su creciente demanda. En el caso de estos moluscos cefalópodos octopodiformes, la complejidad de su ciclo vital no facilita determinar cuáles son sus necesidades físicas y de comportamiento, ya que el hábitat y el comportamiento de sus paralarvas, tras la eclosión, no se parece prácticamente en nada a sus progenitores, por lo que aún son muchas las incógnitas por desvelar para poder proporcionarles las condiciones adecuadas. Aun así, ya hay alguna granja en Gran Canaria donde se cultivan los pulpos en un edificio en grandes depósitos de agua.
Una práctica que no está exenta de polémica, puesto que, dado que es una especie con un desarrollo neuronal complejo, es cuestionable éticamente su confinamiento para su explotación industrial. El pulpo cuenta con una gran potencia cognitiva pues, lejos del sistema nervioso ganglionar simple del resto de los vertebrados, sus neuronas extienden por todo su cuerpo, más allá de su cabeza, actuando como una red que le permite procesar información con sus ocho brazos. De hecho, Reino Unido ha reconoció legalmente a los pulpos como seres sintientes, junto con cangrejos y langostas, en su Ley de Bienestar Animal.
Aunque, esto, por el momento, no implica respetar su vida en el mismo grado en que se respetaría la de una persona, sino, por supuesto, prohibir el maltrato. Es decir, lo que la mayoría reconocemos intuitivamente por bienestar animal. Con independencia, claro está, de los muy variados movimientos antiespecistas y animalistas. Por ejemplo, los veganos frutarianos, que predican consumir solo los frutos que caen de manera natural de los árboles, a los que yo hasta ayer no conocía.