Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


El móvil o la vida

22/07/2021

Quien no tenga un móvil no existe en la era del Covid. Todos dependemos de  un teléfono que nos controla, nos informa del tiempo previsto, nos recuerda nuestras citas, nos mantiene en contacto con el resto del mundo y nos ahoga hasta convertirse en un maldito instrumento que ha robado espontaneidad a nuestra existencia y nos ha aislado en un mundo virtual sin sentimientos.
Me temo que en breve nuestro gobierno dicte un decreto que convierta en obligatorio tener un número de móvil asignado, al igual que ocurre con el documento nacional de identidad. Eso sí, también ha de contar con conexión a internet, si no, es un trasto inservible porque las llamadas también las contesta una máquina. ¿Que una persona es mayor y no sabe manejar esta tecnología? Que se las apañe como pueda, que eso no preocupa a los que mandan. Podemos tener un ministro bailongo sin titulación alguna, pero es imposible que usted ose solventar sus incidencias cotidianas sin disponer de un móvil en condiciones.
Verá, si quiere pedir una cita al médico de cabecera, que sigue sin ser presencial, no espere a que se la faciliten por teléfono: es muy complicado que algún alma caritativa descuelgue el aparato. Si no atienden su llamada, tranquilo, puede pedir citar por internet, con la opción de que el médico le llame, por ejemplo, quince días después. Y si no dispone de ADSL o fibra, mejor será, señor paciente, que acuda usted a engrosar esa interminable fila que se agolpa ante ese operador que, precisamente, no le puede coger el teléfono porque él sí atiende en persona. ¿No lo entiende? Yo tampoco.
Lo cierto es que si no tiene móvil, tampoco se podrá descargar los ‘QR’, esos códigos que tanto gustan a las administraciones, que fallan más que una escopeta de feria y que están acabando con nuestra salud mental a marchas forzadas. Seguro que por eso Page quiere convertir el Hospitalito del Rey en un centro de referencia en este campo, más que nada porque con este nivel de estrés que nos está generando su gobierno, pocos llegaremos a viejos. Nótese la ironía y que conste que si el presidente y exalcalde de Toledo sigue en sus trece con el uso de este emblemático edificio, ofreciendo falacias y utilizando como escudo a su incompetente consejera, se juega mucho, que los toledanos somos muy nuestros cuando nos rebelamos.
Hecho este paréntesis, me tenía que desahogar, volvemos al móvil. Hace tiempo, los profesionales de la salud avisaban de los peligros para la vista y la mente de estas pequeñas pantallas que dominan nuestras vidas, pero ahora debe ser que ya no importa. Es más, te incitan a usarlas con miles de aplicaciones vanas que saturan los teléfonos más modestos y anulan nuestra capacidad de pensamiento.
Mi sueño, lo confieso, es encontrar un lugar remoto, sin cobertura salvo para emergencias, donde la gente se mire a la cara, coja un libro, disfrute de un paseo y de esas pequeñas cosas que aún nos ofrece la vida. El mundo virtual es un perverso milagro que nos devora y que estamos obligados a controlar. La sociedad debe recobrar esas visitas médicas, donde los mayores se explayen con su galeno de toda la vida, esos cines de verano mirando las estrellas o esas cervecitas libres, sin móviles al acecho. Esa era nuestra felicidad. Espero, queridos lectores, que la encuentren durante estas vacaciones. Disfruten. Volveremos.