Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


El gran soberbio

27/10/2022

Acierta Baltasar Gracián, en El Criticón, cuando se refiere a todos los males, que se apoderan «a porfía de toda la redondez de la tierra», atribuyendo a España el pecado de la soberbia: «La estimación propia, el desprecio ajeno, el querer mandarlo todo y servir a nadie, hacer del don Diego y vengo de los godos, el lucir, el campear, el alabarse, el hablar mucho, alto y hueco, la gravedad, el fausto, el brío, con todo género de presunción; y todo esto desde el noble hasta el más plebeyo».
En muchas ocasiones el trastorno de la soberbia deriva directamente de una marcada personalidad narcisista, con tendencias a exagerar los logros y capacidades personales, a aprovecharse de los demás, a la envidia y a la arrogancia. El soberbio narcisista nunca tendrá en cuenta las opiniones, las críticas o las sugerencias de su entorno.
La soberbia política surge cuando la soberbia personal e individual se muestra como la única base y fundamento del liderazgo, impregnándolo todo sin compasión alguna en aras de alcanzar la sumisión de los ciudadanos mediante la ignorancia, por el efectivo método de la anulación de la razón y la eliminación del mínimo sentido común. De este modo, es imposible que un político narcisista soberbio pueda conectar con las necesidades reales de los ciudadanos. El político soberbio inventa y vive una realidad paralela que se sustenta en la desorientación, en la manipulación, en la amenaza y en la crispación. El objetivo es él mismo, su influjo, su persona, su control. En la arrogancia de un político narcisista soberbio se concentra toda la furia del poder.
En la mitología griega, el bello y engreído Narciso termina ahogado como castigo inexorable de los dioses por estar absorto enamorado de su propia imagen reflejada en el estanque e intentar besarla -Caravaggio plasma el tema maravillosamente en su obra expuesta en la Galería Nacional de Arte Antiguo, de Roma-. Como Narciso, el soberbio se mira en el espejo, se sobrevalora y se compara. Seguidamente asigna defectos, ignora virtudes ajenas y descalifica. Así, el gran soberbio político vive aislado en su burbuja, autoexaltado en su mundo ideal, rodeado por aquellos abducidos por su glamurosa figura, por el miedo o por el interés.
En el cristianismo, los siete pecados capitales fueron mencionados por San Gregorio Magno en el siglo VI, y por Dante Alighieri en La Divina Comedia. Entre ellos, la soberbia es considerado el mayor de los pecados capitales y el origen de todos los demás. Don Quijote advirtió a Sancho de los estados de soberbia en los que podía caer al verse instalado en la comodidad de la Ínsula Barataria: «Recuerda que has de morir. El que peca de soberbia lo hace sin duda porque olvida su condición mortal».
Sí, estoy hablando de él.

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