Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Noche de Corpus

15/06/2022

Si existe una noche especial en Toledo, es ésta, la noche previa al Corpus. Una noche anhelada particularmente tras dos años de pandemia que nos han impedido celebrar el día grande toledano, la fiesta de las fiestas en la vetusta urbe castellana, la jornada que, a pesar de todos los avatares, sigue deslumbrando más que el sol, en la que, bajo ese palio gigantesco de los toldos, el Amor de los Amores, el Pan Vivo bajado del cielo, recorre, en el espléndido trono de la custodia de Arfe, las calles y plazas de nuestra ciudad, en ceremonia barroca que exalta, con la profusión y mezcolanza de músicas, olores de tomillo e incienso, colores de tapices y ornamentos, los cinco sentidos, haciendo de ella una experiencia única e inolvidable, plena de belleza y espiritualidad.
Pocas veces se ha deseado tanto un día de Corpus. Paulatinamente hemos ido volviendo a la normalidad de la vida cotidiana y a la normalidad celebrativa, que marcan el ritmo vital de las personas. Pero faltaba algo para alcanzar la plena normalidad; nos faltaba, a los toledanos, nuestro Corpus. Porque no se puede entender la idiosincrasia toledana sin él. Porque el Corpus no es sólo, aunque lo sea principalmente, una expresión viva de la fe católica en la presencia real de Cristo en el sacramento eucarístico, sino que ha ido, en el paulatino devenir de los siglos, generando una amplia variedad de manifestaciones culturales y sociales, desde los autos sacramentales barrocos, composiciones musicales o arquitecturas efímeras, hasta el amplio programa de conciertos, exposiciones y eventos oficiales o privados, construyendo el alma más profunda de la ciudad, haciéndose consustancial el binomio Toledo-Corpus, generando su esencia más definidora.
Hemos asistido, expectantes, a la paulatina transformación de la ciudad, comenzando con ese anuncio primaveral de la colocación de los toldos, proseguido con el engalanamiento de balcones y patios, revistiéndose finalmente con adornos florales que la convierten en un multicolor jardín. Una metamorfosis que invita a vecinos y foráneos a contemplarla en esa noche tan especial, en la que una riada de gentes se apretuja por el recorrido procesional, abierto por el pertiguero que escruta la perfecta altura de los toldos para que todo esté a punto.
He de decir que siempre ha sido una noche muy corta para mí, pues, junto a la vieja tradición del recorrido nocturno de las calles, tengo otra muy personal, desde mi adolescencia, la de levantarme temprano y, mientras retumba el anuncio gozoso de la fiesta con las salvas reales de la Academia, en el frescor del amanecer, volver a caminar por las calles recién cubiertas de tomillo, dejándome envolver por su inconfundible aroma, contemplando el esplendor de los tapices flamencos que narran, en los muros de la catedral, las gestas de la Iglesia primada y de sus grandes arzobispos, para, después, cruzando la Puerta Llana, disponerme a participar en la procesión eucarística.
¡Feliz Corpus Christi 2022!

«Pocas veces se ha deseado tanto un día de Corpus»