José María San Román Cutanda

A Vuelapluma

José María San Román Cutanda


Toledo bien vale una calle

29/03/2021

Empiezo mi columna semanal con una gran alegría, y es que el alcalde de Palma, José Hila, se ha echado atrás en su intención de quitarle a Toledo su calle en el callejero de Palma de Mallorca. De hecho, de no haber sido así, mi artículo de esta semana se habría titulado 'Hila no hila fino'. Afortunadamente, y tras varios consejos de personas y entidades de toda España, ha determinado echarse atrás en una decisión tan simple como quitar a Toledo una calle en la ciudad cuyo Ayuntamiento preside.

Me resulta desconcertante pensar que haya personas que, en lugar de investigar sobre la realidad de los hechos, decidan aniquilar la historia cortando por lo sano con personajes que tienen calles dedicadas amparándose en que esos nombres se le pusieron en una época concreta de nuestra común historia nacional, que es el Franquismo. No me parece descabellado, y así me he pronunciado en esta columna, que haya gente a la que determinados nombres de calles le resulten ofensivos. Es natural que así sea, pues a nadie le gusta recordar la muerte o la situación más que complicada de sus seres queridos. La cuestión en la columna que esta semana les ofrezco es valorar si la calle Toledo en Palma de Mallorca es o no susceptible de ser eliminada. Y voy a demostrarles, bajo mi criterio, que debe permanecer tal y como está en el callejero de la ciudad en que, hasta hace poco, hubo un Ducado de bastante entidad.

En primer lugar, debo decir a quienes han determinado el cambio de la calle Toledo, en la misma esfera que quienes han querido cambiar las calles dedicadas a Gravina, Churruca y Cervera, que su planteamiento es terriblemente reduccionista. La filosofía del Derecho estudia dos interpretaciones de la norma jurídica, que son la originalista y la no originalista. La primera de ellas está basada en que todo lo que sea legislado o decidido por un órgano colegiado con capacidad legal debe remitirse al origen de su planteamiento; la segunda, a mi parecer más neutral, no se basa en lo fundamental de la decisión, sino en las consecuencias lógicas y jurídicas que conlleva la decisión tomada. Así las cosas, la interpretación que el señor Hila y la comisión que ha determinado la eliminación de la calle de Toledo en el callejero de Palma de Mallorca es, además de originalista, sencillamente innecesaria, pues todo acaba perdiendo su propio significado con el paso del tiempo. Hace casi dos meses, o quizá algo más, me pronuncié en este mismo espacio diciendo que todas las interpretaciones recientes de la Ley de Memoria Histórica era reduccionistas, poco inclusivas y estaban poco o nada arraigadas con la historia. Y lo sigo pensando. Sobre todo, si tenemos en cuenta que el nombre y la entidad de la ciudad de Toledo viene desde milenios antes de que se haya querido implicar de forma irremediable a nuestra Imperial Ciudad con un hecho determinado y vinculado a una ideología determinada. ¿Acaso Toledo no acogió a los comuneros? ¿Acaso Toledo no ha sido la cuna del Derecho visigodo? ¿Acaso Toledo no ha sido una ciudad donde las tres religiones del Libro han intercambiado su saber, su hacer y su entender en pro de unos ideales culturales que han ido más allá de cualquier guerra? ¿Acaso Toledo no es la ciudad de España donde el Greco, Urabayen, Barrés, la Orden de Toledo y otras tantas personas y entidades sustentaron lo más profundo y sincero de su idiosincrasia como fuente de la cultura y del pensamiento? Quien niegue todo esto, está en una gran mentira o en una gran ignorancia.

Naturalmente, ha habido quienes han querido defender el cambio de la calle escudándose en que fue puesto a finales de los años 30 por lo ocurrido en el Alcázar toledano. ¿Y qué? ¿Toledo no es mucho más que eso? ¿De verdad tenemos que seguir aguantando visiones reduccionistas de nuestra historia solo por complejos del pasado? De verdad, dejemos todo esto. Entiendo que haya gente dolida, y me parece razonable al cien por cien, pero Toledo vale muchísimo más y es muchísimo más que los tres meses de 1936 en los que ocurrieron los sucesos relacionados con el Alcázar. De hecho, el nombre de Toledo es bandera de una corriente cultural, histórica, jurídica e incluso nobiliaria que no tiene parangón en ningún lugar del mundo. Y más aún. Toledo, a día de hoy, es una ciudad en la que todos los toledanos cabemos, así como también caben personas de otros lugares que han decidido vivir en nuestra ciudad y que garantizan la supervivencia de lo mejor y lo más cotidiano de Toledo. Pido a todos aquellos que han querido ver en la denominación de la calle de Toledo un pasado ideológico que piensen en el razonamiento de la navaja de Ockham, por cuyo criterio la explicación más sencilla es siempre la que dice la verdad. Al fin y al cabo, todo lo que pasa en el tiempo acaba perdiendo su propio significado por este mismo motivo. Si quieren, prueben a preguntar a personas de mi generación qué fue el asedio del Alcázar de Toledo o quiénes fueron Romero Basart o Moscardó Ituarte. Seguramente, salvo que hayan decidido estudiarlo por su cuenta, no tendrán ni puñetera idea de ningún apéndice de esta cuestión.

Insisto: ¿hace falta mirar con ojos de tres meses una historia de milenios? ¿Hace falta reducir la historia de una ciudad que ha sido capital del mundo conocido a un fragmento sin más ni más? Hacerlo es tan simplista como el reduccionismo histórico. Y lo que ha hecho el señor Hila, aunque ha reculado, no es sino demostrar, una vez más, que la incultura es un patrimonio tan basto que resulta excesivo y cargante. Y si encima se llevan por delante a mi contrapariente, almirante Cervera, y al gran Churruca, ambos del siglo XIX y este último antepasado directo de una gran amiga mía, ¿qué análisis de la historia nos va a quedar? La Ley de Memoria Histórica intenta eliminar aquellas denominaciones que exalten la Guerra Civil o el Franquismo en los callejeros. ¿De verdad, señor Hila, ve usted una denominación hiriente en la calle de Toledo? Si no hubieran dicho nada, les aseguro que nadie se habría dado cuenta. Pero vamos, que si París bien vale una misa, Toledo bien vale una calle. Me alegro muchísimo de que hayan recapacitado en su intento, puesto que, aunque hayan demostrado su incultura manifiesta y su odio cerval a realidades de las que no tienen la más mínima noción, al menos han sabido responder a la petición de quienes, sabiendo lo que dicen en materia histórica, han decidido plantar cara ante tal despropósito. No soy chovinista más que lo justo y necesario, pero Toledo se lo merece. Y quien diga que no, o quien entienda que Toledo está reducido a un bastión franquista, está renegando de la auténtica historia ciudad, que es patrimonio de todos y que acoge a todos sin excepción. Por favor, sean fieles a la auténtica redención de lo común y lean a Adam Zagajewski: «banderas, dejad ya de taparnos los ojos.