Alejandro Bermúdez

Con los pies en el suelo

Alejandro Bermúdez


Europa: la debilidad de la atomización

28/05/2021

Los últimos acontecimientos protagonizados por Lukashenko y Mohamed VI solo vienen a ponernos delante de nuestros ojos la pequeñez de Europa. Ya nos lo mostraron los laboratorios AstraZeneca con su descarado incumplimiento del contrato de suministro de vacunas pagadas a precio de oro. A Europa no se la respeta.
Europa es, y cada vez más, como esos riquillos venidos a menos que se empeñan en seguir siendo alguien, cuando su época pasó y ya poco pueden ofrecer. Lo absurdo es que Europa no es económicamente débil. La mayoría de los países que la forman están situados entre los primeros en renta per cápita, mientras estos que se permiten la burla, se encuentran: por encima del puesto sesenta Bielorrusia, y por detrás del cien Marruecos.
Nuestra debilidad no está, por tanto, en nuestro potencial económico, sino en nuestra estructura política. No ser capaces de conformar una unidad política cohesionada, debilita sobremanera nuestras posibilidades. Seguramente la culpable sea la Historia, pero también la falta de inteligencia y determinación para superar los localismos. En Europa cada terruño ha sido dependiente de entes políticos distintos a lo largo del tiempo. Ha sido independiente, ha vuelto a ser dependiente. Antes era territorio alemán y ahora lo es francés; fue Polonia y ahora es Alemania; perteneció al reino de Castilla y después al de Navarra… De esta forma tenemos justificación para reivindicar cualquier cosa y excusa para jugar a los estados independientes. La consecuencia es que emprender una acción común es casi imposible por el cruce de intereses y de añejas simpatías y antipatías.
Porque, no es que Europa esté fragmentada en ‘parcelas’ –estados- inviables por sí mismas, es que cada una de ellas está compuesta a su vez por ‘terruños’, que, aunque están pidiendo a gritos una ‘concentración parcelaria’, se consideran importantes e históricos estados dispuestos a codearse con la misma China, cuando toda su población cabría en un barrio de cualquiera de sus ciudades pequeñas.
La debilidad de nuestros gobiernos se aprovecha por los muchos desalmados que aún gobiernan el mundo, porque saben que Europa tiene bastante consigo misma. Realmente hay que ser hijo de su madre para bajar un avión extranjero, que une dos ciudades extranjeras y lo único que hace es usar su espacio aéreo como paso, solo por detener a un ciudadano que lo critica en el exterior. Y no hay que serlo menos para engañar a unos pobres muchachos con un partido de fútbol y echarlos al mar sin temor a que se ahoguen para crear un problema un país vecino.
Está claro que cuando se permiten estas acciones es porque saben que, al final, les sale rentable la jugada. Saben de sobra a qué países ofenden. Estoy seguro que al ‘valeroso’ Lukashenko no se le pasaría ni por la imaginación hacer lo mismo con un avión ruso, por muy enemigos que fueran de él, que no es el caso. Lo mismo le ocurre al de ‘los mil sirvientes’ y su población muerta de hambre.
Por desgracia, Mohamed VI, además de conocer la estructura política de Europa y sus divisiones, conoce también quién gobierna España y la amoralidad y psicopatía de su presidente. Sabe que para mantenerse está dispuesto a pagar cualquier precio. Su debilidad es patente. Nada tiene que temer el marroquí. Puede ponernos en jaque. Esta es nuestra realidad.