Francisco García Marquina

EN VERSO LIBRE

Francisco García Marquina


Ese bastardo es el nuestro

02/03/2021

Aburre seguir hablando del rapero Hasél, pero es tal la conmoción que ha causado que no es fácil quitárselo de encima para dedicarnos a cosas más gratificantes. Seguramente porque este protagonismo no es banal, pues está fundado en la tragedia colectiva que padece nuestro país.
Creo que el delito de base imputable a Hasél es presentarse como artista y esta falsificación es el primer paso de una cadena de infracciones. Su tirón popular se basa en ofrecer a los jóvenes que viven en la frustración la promoción al éxito mediante la violencia. Y asociarlos en grupos extremistas y antisistema que usan el desorden y la ruptura de lo establecido para poder emerger, pese a que han caducado las viejas consignas que movilizaron a las masas de ‘Presos a la calle’, ‘Armas para el pueblo’ y ‘A las barricadas’.
El descrédito que tiene hoy la autoridad lleva a no querer emplear la fuerza del Estado frente a la violencia delictiva. Con los mantras habituales de «condenar la violencia venga de donde venga» para no referirse a los culpables concretos o de buscar «proporcionalidad en la respuesta» como si debiéramos tratar de igual a igual a los delincuentes, o achacar a la «violencia estructural» la que cometen los individuos, no nos atrevemos a defendernos y condenar la destrucción. El diario Público titula: «Quinta noche de cargas y disturbios» en un orden como si lo primero fuera causa de lo segundo. Otras veces usan descaro explícito como la exalcaldesa de Badalona Dolors Sabater, que lo primero que haría ante las algaradas sería disolver a los antidisturbios. Añádanse a estos mimbres las declaraciones de Echenique e Iglesias y los silencios de Sánchez para tejer la cesta donde recoger tanta calamidad.
Para saber por lo que la gente protesta, hay que preguntarse ¿luchan a favor de que el rapero pueda cantar o de lo que el rapero canta? Para mí y lamentablemente es menos por la libertad que por los contenidos. En un verso ramplón destaca un mensaje explícito de asesinato.
Iglesias exculpa al rapero invocando la libertad de expresión, pero luego pide que haya «elementos de control» sobre los medios de comunicación. Y el pícaro se defiende bien porque mientras Hasél puede decir sin pena que hay que asesinar a Bono y a López, al subinspector de policía y portavoz sindical Alfredo Perdiguero le han abierto expediente como falta grave con tres meses de suspensión de empleo y sueldo por llamar a Iglesias ‘el del moño’.
A la collera admirable de los glorificados por la izquierda como Alfon,  Lanza,  Bódalo y Valtonic que legitimaban la violencia como fórmula de solución de los conflictos sociales, se une ahora Hasél que da un paso más hasta el terrorismo. Porque lo verbal lleva a lo real, sus soflamas conducen al incendio, a la destrucción y al saqueo.
El presidente Roosevelt dijo del dictador nicaragüense Somoza: «será un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta». El rapero ha podido llegar al delito con impunidad y hasta complacencia porque España está enferma. Este bastardo es ‘el nuestro’, lo hemos incubado en casa y canta con nuestra anuencia. Este bastardo sólo dejará de rapear cuando el pueblo recupere la clarividencia, la dignidad, la autoestima y el valor para defender su vida y su hacienda.