Pedro Carreño

La Ínsula

Pedro Carreño


Paseo del Cristo

14/09/2021

Eterno y ancestral como sus árboles. Camino de encuentro, tranquilo y sosegado. Como las almas que han paseado, y pasean, por él. Morada perpetua de sueños, y ceniza de los últimos pitillos de la vida. El más bello rincón del lugar.
Senda evocadora de mocedades. Pinacoteca de huellas locales, sin retorno. Pasos anónimos y olvidados. Pisadas jeroglíficas en mil direcciones, que marcan el surco de la propia existencia. Y la de todos.
Sus casi medio centenar de árboles son centinelas de la evocadora vía. Principio y fin del pueblo, guardianes de su historia. Destino y salida. Umbral y pórtico de la vida jalonado por mástiles centenarios, mudos y orgullosos al sobrevivir del  tiempo. Relojes de siglos. Tronco y ramas testigos de sueños, de promesas, de juegos y de savia de juventud. Ents cicatrizados por la navaja de mozos enamorados que convirtieron antaño, su leñosa corteza, en virtual almanaque de amoríos locales. Cada uno con su historia, con su vida, con sus recuerdos y sus propias sombras.
Celador del fresco nocturno. Oxígeno para el asfixiante agosto. Ruta taurina a la vieja plaza de toros y antesala del mirador de la pólvora. Y ahora, recuerdo monolítico para los que se fueron antes de que llegara su momento. La cruz de San Juan como tapiz brillante.
Y al fondo, El Cristo, venerado y respetado. El Santísimo. Hacedor de suspiros. Con sus tres cruces de piedra velando su entrada. Objeto de plegarias y devociones desde que la memoria es memoria en el Paseo. Al que cede su nombre. El que impregna su aire y le confiere respeto y misticismo. Aroma de Cristo.
El Paseo. Dónde Él está. En su ermita, que aún conserva el perfume de la flor de las alamedas. Recuerdo y esfuerzo de costas de pastores y puertas cegadas. Hidalga baranda de coro. Monumental y churrigueresca reja centenaria.
Cientos y cientos de pies vuelven hoy a cubrir El Paseo. Un reguero de cera marca el camino de las almas, sin error de pérdida con sus huellas lacradas al suelo. Las velas iluminan el camino. Y su luz, la de aquellos que creen en El. Juntos hacen El Paseo con un solo paso.
Sus más de doscientos metros son el infinito para quienes lo transitan con fervor. De rodillas desnudas, como el alma. De pies descalzos y corazones de barro.
El Paseo del Cristo. El del pueblo y el de muchos pueblos. Paseo con tres erres en caja baja que lo renombran, resaltan y realzan. Y Paseo con tres erres y cruces en versal, que dan titular y sombra a sus paisanos.
Refugio, amparo, asilo, cobijo, protección, abrigo, socorro, ayuda, recuerdo, posada, regazo, salvación y auxilio. El Paseo.
Recuerdo, evocación, camino, travesía, senda, vereda, calzada, reminiscencia  y pasaje. Descanso, rellano, reposo, respiro, pausa, parada, ocio, sosiego, recreo y quietud. El Paseo.
Residencia. Aposento de los que fueron y están. De los más queridos. A los que más hay que cuidar. Orgullo del Paseo. Morada de las arrugas más bellas y sabias. Honor de todos y para todos. Altar de la memoria local. El Paseo.
Los que te llevan en el corazón, Paseo del Cristo, sólo necesitan entornar los ojos para transitarte. Para sentirte bajo los pies. Para pisarte con cariño, dulzura y fervor. Para sentir la senda que otros pisaron. Para dejar los surcos en el camino, que otros también andarán.
Hoy es tu día, Paseo del Cristo. Como todos los del año.

ARCHIVADO EN: Toros, Plaza de Toros