Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Las escaleras mecánicas de Simago

25/08/2021

Hace 45 años se inauguraron en Talavera las primeras escaleras mecánicas en unos grandes almacenes, las primeras de toda la provincia de Toledo, por supuesto, y no sé si también de Castilla-La Mancha, es posible que hubiera alguna ya en Albacete, fue en Simago, comercio siempre paradigma de modernidad, en una ciudad descaradamente viva y dinámica, que nada tiene que ver, por desgracia, con la de ahora. Fue tal la expectación que medio pueblo y media comarca se acercó aquella memorable jornada al establecimiento para ‘goler’ y montar en el sofisticado medio de transporte-atracción del que hablaban maravillas los privilegiados que habían tenido la inolvidable experiencia en El Corte Inglés de Madrid. Las solícitas y uniformadas dependientas del supermercado, viendo el panorama, tuvieron que organizar unas tremendas colas para evitar trifulcas y avalanchas de los parroquianos. Lo cierto es que cuando te llegaba el turno los nervios se agarraban al estómago, algunos se bloqueaban por el pánico y, entre risas histéricas y voces apremiantes de los que esperábamos, se retiraban cabizbajos, acobardados, sin subir. Los más atrevidos contaban hasta tres en voz alta, como en la comba, y daban un saltito para dejarse deslizar suavemente por el progreso, la expresión en el trayecto era de cabeza altiva, cara tonta, boca abierta y sensación de cosquillas en la barriga. Lo difícil venía al salir, algunos no se atrevían y reculaban con lo cual los que le seguían en las gradillas se apelotonaban y montaban un guirigay de empujones, insultos y salida múltiple: desconcierto, pisotones y derribos. Otros, fijos los ojos en el suelo, cuando veían desaparecer la cinta bajo sus pies daban un brinco exagerado, atlético, que los llevaba hasta la mitad de la tienda entre aplausos de la concurrencia. Y los más, como un servidor, con mala coordinación visomotora, tropezábamos con el pie retrasado en el borde y salíamos disparados contra una estantería del fondo que ofertaba botes de tomate entero pelado Apis. La dirección del centro, visto lo visto y con buen criterio, paró por unos largos minutos el maquinario y pregonó por megafonía que dos azafatas en la entrada y dos en la salida del ingenio auxiliarían y adiestrarían a los paisanos, de uno en uno, en la dinámica de su uso y disfrute para así evitar desgracias.