Enrique Belda

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Enrique Belda


Aprovechando las escasas ventajas del teletrabajo

06/07/2021

El teletrabajo parcial tras la pandemia ha venido para quedarse en casi todos los oficios de mesa y silla. Como muchos, opino que cualquier labor retribuida no sirve solo para ganarse la vida y ser productivamente útil a los demás, sino que constituye una oportunidad de socializar, vivir y realizarse, cosa que no es igual desde casa. La conciliación familiar a veces es posible pero las más es inviable, pues los problemas que genera llevar al espacio físico propio los problemas del trabajo, atacan lo más esencial de la convivencia con tu entorno.
Dicho esto, como en todo, ventajas hay que rompen con esquemas muy arraigados de las relaciones anteriores y que no servían para nada. La afición española del turismo de reuniones es una de ellas, que si bien beneficiaba a la hostelería y al hospedaje, suponía un derroche de medios y de tiempo para hacer lo mismo que puedes hacer desde tu terminal de ordenador.
Más que ese, el beneficio mayor para la próxima década será terminar con la lacra española del presencialismo, que ya he tenido ocasión de denunciar desde años atrás. Muchos compatriotas no saben diferenciar el trabajo del hecho de acudir puntualmente al lugar donde los contratan.
Estoy con las millones de personas razonables en el mundo que piensan que lo importante de una ocupación es realizarla y cumplir un objetivo, y poco me importa a qué hora se haga o cuánto se tarde, si el resultado es bueno. Claro está que determinadas profesiones de servicio público requieren un régimen de turnos, o algunas oficinas un mínimo de atención regulada, o el despacho comercial una presencia que depende de quienes accedan a comprar; pero el amplio grueso de empleos públicos, asalariados, o los autónomos, lo que tienen entre manos son expedientes, productos o ventas que habrá que hacer, y poner a disposición de la sociedad. Es francamente curioso que lo que impide retirar de una oficina una máquina de fichar, no sea una causa racional: tan solo se trata de evitar que la minoría incumplidora que hay en cada trabajo aproveche la ausencia de vigilancia de horarios para seguir en su pasividad.
A mí, si fuera ‘jefe’, lo que me resultaría escalofriante es saber que encierro en un edificio del que pago luz, agua, internet, teléfono, calefacción, seguridad e impuestos, a un número equis de personas, sin que lo primero que les exija sea un fruto, antes que la permanencia. Se trata, en fin, de un asunto de auto responsabilidad, y cada uno sabe que tiene unos compromisos. Yo creo que nuestro sistema laboral alumbraría una sociedad más productiva, y la calidad de vida de toda la población activa mejoraría sin duda, con la supresión de horarios de permanencia. Y que, además, siempre que pudiera trabajarse por objetivos, la gente estaría más contenta y todos cumplirían sus labores para no ‘vivir’ en el trabajo y ganar tardes, familia y ocio. Ahora bien, tal deseo no es el teletrabajo en casa sin límite de horas. El futuro es un trabajo de calidad que seguro pasará por que a cada cual nos fijen objetivos razonables que sustituyan al logro histórico del horario razonable.