Editorial

Triunfalista final de curso político del presidente

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La polémica Conferencia de Presidentes a lo que no asistirá hoy el de Cataluña se celebra con los ecos del triunfalista balance con el que ayer cerraba el jefe del Ejecutivo el actual año político y económico. Bien es verdad que los datos de la Encuesta de Población Activa le permitieron abordar con optimismo el capítulo de la recuperación económica, al igual que el nivel de vacunación que alcanza en España una de las cotas más altas y contribuye a ir moderando la quinta ola o el cumplimiento de algunas medidas importantes, y eso, no cabe duda, ningún presidente nacional va a desaprovecharlo al dirigirse a los ciudadanos y, sobre todo, a sus contrincantes políticos. Pero no es menos cierto que los buenos datos de la recuperación de empleo no despejan los nubarrones de un panorama en el que Sánchez ahonda los enfrentamientos con PP, Ciudadanos y Vox, y en no pocas ocasiones en el seno de su gobierno, con el trato de favor a los nacionalistas.

Los indultos a los líderes del independentismo catalán y los pactos bilaterales con Urkullu, que dejan al resto de las comunidades en un aparente segundo plano, no son precisamente gestos de acercamiento a la mayoría, más bien todo lo contrario. Y ni siquiera logran en el caso del Govern, con quien se trata de tú a tú en una comisión bilateral, que sus responsables acaten las reglas del juego democrático y participen, con sus homólogos, en una conferencia pensada para el abordaje de temas importantes de la cogobernanza, pero que se quedará, a buen seguro, en un encuentro descafeinado y marcado por las críticas de los presidentes del PP, pero también de algunos del PSOE, aunque sea veladamente.

Críticas tanto a Aragonés por su actitud rupturista en todos los ámbitos, incluidas estas reuniones multilaterales, como al propio Sánchez por consentirlo sin más y mantenerse dispuesto a nuevas cesiones que justifica en base a lograr una convivencia lo más normalizada posible.

En una negociación, como en un diálogo, pueden defenderse posturas opuestas, pero hay que ceder parcialmente para lograr el objetivo final y si una de las partes no está dispuesta a hacerlo, ni siquiera en las formas, y rechaza transitar cualquier vía hacia esa normalización como la citada Conferencia de Presidentes, entonces lo mejor sería abandonar la mesa negociadora y quedarse con lo que hay. Porque aquí sí cabe aplicar lo de que ‘jugamos todos o rompemos la baraja’ y el independentismo viene demostrando desde hace tiempo que solo acepta su propio juego, con cartas marcadas y algún as en la manga.

Así las cosas, el triunfalismo de Sánchez suaviza el final de un período extremadamente difícil, pero no le asegura el aprobado