Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


El catafalco de La Torre de Esteban Hambrán

30/11/2022

El mes de noviembre está asociado en la espiritualidad católica al recuerdo y oración por los difuntos. A la par, y en torno a esta evocación de nuestros seres queridos, se han ido desarrollando una serie de costumbres, ritos, ceremonias y tradiciones de lo más diverso, conformando un patrimonio, material e inmaterial, que abarca desde la gastronomía -buñuelos, huesos de santo- hasta la pintura, escultura, literatura o la música, -ésta con obras magníficas, como la misa de réquiem de Mozart, con su extraordinario Dies Irae, cuya espectacularidad sólo es igualada por la musicalización del mismo por Verdi, un himno suprimido tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II-.
La vieja liturgia anterior a la reforma conciliar incluía otras expresiones artísticas que fueron también suprimidas, como las arquitecturas efímeras de los catafalcos instalados en la iglesias con motivo de las exequias. Grabados barrocos nos muestran los aparatosos levantados con motivo de los funerales regios, algo que era la norma de dichas arquitecturas. Aún en 1940, con motivo del entierro del cardenal Gomá, se elevó un espectacular catafalco en la catedral toledana, instalado entre las rejas del altar mayor y del coro. Perdida su funcionalidad, la inmensa mayoría de los catafalcos desaparecieron, con un par de honrosas excepciones, que yo conozca. Uno, el de la colegiata de Pastrana, en Guadalajara. Otro, en la parroquia de La Torre de Esteban Hambrán. Recuperado y restaurado recientemente, se ha tenido la feliz iniciativa de, coincidiendo con el mes de los difuntos, instalarlo todos los años durante dicho mes de noviembre, permitiendo la contemplación de una obra única, excepcional, que nos hace lamentar la pérdida de tantos otros.
Construido en 1753, es una pieza barroca que, desde su grandiosidad, nos ofrece una verdadera catequesis acerca del sentido cristiano de la muerte, teñido de las notas propias de la espiritualidad del siglo XVIII. Vemos en él como todos los poderes terrenales, tanto seculares como religiosos, sucumben ante la muerte. Esto aparece en el nivel inferior; sobre éste se nos recuerda cómo la intercesión de los santos y de la Virgen María ayuda a las almas que se purifican en el Purgatorio, manifestando, asimismo, la banalidad de los honores terrenales. El tercer nivel se dirige a los eclesiásticos, recordando la brevedad de la vida terrenal y cómo la muerte iguala a las personas. El siguiente nivel muestra la imagen patética del esqueleto del papa, similar por la muerte al resto de los cristianos, a la par que una figura femenina evoca la fugacidad de la belleza. Las figuras recortadas en madera de la crestería invitan a pensar en la incertidumbre de la hora de la muerte.
Pero no sólo es el catafalco; visitar la iglesia de La Torre de Esteban Hambrán vale la pena en cualquier momento del año, pues atesora un rico y variado patrimonio artístico que la parroquia está recuperando de  modo  ejemplar.