Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Toy Story

25/11/2022

La crítica más común al mundo empresarial suele ser que anteponen los beneficios a un planteamiento ético de la actividad propia. Hace más de un siglo, los británicos dijeron basta a la esclavitud. Esta unidad de criterio afectó a las empresas y a los gobiernos, lo cual acabó con una práctica aberrante. Fue un acto noble e increíblemente efectivo.

Ahora las cosas son más complejas porque se han ampliado los mercados a dictaduras y los consumidores son más impulsivos que antes. Tampoco ayuda que las nuevas tecnologías permitan cosas que antes eran imposibles.

Cuando Disney puso un cheque indecente por la compra de Marvel, la mayoría de los analistas pensaron que se había equivocado en el precio; algo parecido ocurrió cuando fueron a por Lucasfilm y la oferta por la Fox era irresistible, aunque Donald Trump intentó infructuosamente durante dos años impedirla. Reconozco que fui tan ingenuo de creer que Estados Unidos defendería la pluralidad empresarial por encima de la concentración, ya que es la antesala de la pérdida del impulso creativo. La soledad de Trump en esta batalla confirma hasta qué punto los republicanos confunden el tamaño con la calidad, problema que era específico de los demócratas y de la izquierda.

Es imposible saber si, por aquel entonces, los ejecutivos de Disney tenían pensado librar la cruzada ideológica actual. Pero es razonable pensar que reducir la competencia y comprar un talento que ya no poseían estuviera en su agenda. El resultado último es que se ha transformado en un gigante tan poderoso y con un discurso político tan manifiesto que empieza a tener en contra a sus propios clientes.

Sin entrar en el fondo del debate, una empresa cuyo eje de negocio son las familias y los niños que les acompañan, debería sentir pánico a cualquier discusión antropológica sobre el concepto. Ese debate es perjudicial, ya que le dificulta maximizar su mercado.

Con la típica brutalidad de la bolsa, los negocios en streaming están siendo castigados al comprobarse que su modelo de negocio puede no ser sostenible en el tiempo. Los ejecutivos de Disney han optado por abanderar al colectivo LGTBIQA+ exigiendo a sus guionistas una presencia masiva y positiva del colectivo diverso. Esta estrategia ha conseguido cerrarles el mercado musulmán, el asiático y hasta enfurecer a los republicanos estadounidenses.

Los accionistas deberán reflexionar si su inversión está siendo protegida o si están inmersos en una batalla ideológica. En el terreno creativo es obvio que hemos perdido pluralidad.